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Pretender pasar por penurias, o soportar dolores físicos, a cambio de la realización de algún deseo, es algo absolutamente indigno de un ser humano que desea evolucionar espiritualmente.
Si una persona siente, en su alma, el impulso de hacer una promesa a su Creador, entonces debe básicamente prometer mejorar en todo, debe empeñarse en mantener su voluntad interior siempre pura, cuidando igualmente de sus palabras, pensamientos y acciones. Debe prometer y cumplir, porque solo así su promesa tendrá valor, y solo así podrá también cosechar buenos frutos en la Ley de la Reciprocidad. Quien promete, se compromete (https://bit.ly/36wm1mu).
La persona que se empeña en mejorar, de algún modo muestra humildad y buena voluntad, al paso que aquella que se obliga a sufrir dolores y privaciones demuestra ilimitada vanidad y presunción. La primera evidencia respeto por la Voluntad del Todopoderoso, mientras que la segunda demuestra menosprecio, suponiendo, en su imaginación pueril, poder mercadear de algún modo con ella. La primera abre delante de sí toda una inmensa posibilidad de evolución y crecimiento espiritual, mientras que la segunda, vista desde arriba, no hace más que un papel tristemente ridículo.
Dice Roselis von Sass en El Libro del Juicio Final (https://bit.ly/Juicio-OGT):
“¡Qué le importa a Dios Todopoderoso, al Creador de millones de mundos, si la insignificante criatura terrenal ayuna, hace penitencia o si vive en abstinencia! Con tales prácticas los seres humanos sólo quebrantan las leyes de la naturaleza que vibran, fielmente, en la voluntad de Dios…”
Dice Abdruschin en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial (https://mensaje-del-grial.org/):
“Cuán insensato, puerilmente antojadizo y ridículo resulta, en verdad, que un hombre pase toda su vida en el vacío tronco de un árbol, o deje atrofiar por completo un miembro de su cuerpo, se flagele a sí mismo o se llene de miseria.
Ya puede el hombre esforzarse cuanto quiera para hallar una razón capaz de justificar o, incluso, dar un sentido a ese proceder: es, y seguirá siendo, un crimen contra el cuerpo a él confiado, y, por tanto, un crimen contra la Voluntad divina.”
Ya pasó de la hora de que nosotros, seres humanos terrenos, busquemos realmente conocer la Voluntad del Omnipotente, con toda la seriedad y sinceridad de nuestras almas, aplicándonos en vivir irrestrictamente dentro de los preceptos de esa Voluntad, en vez de que actuemos como niños mimados, haciendo berrinche delante de cualquier exigencia de esfuerzo en pro de nuestra propia evolución.
Roberto C. P. Junior
(instagram.com/robpucci/)
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