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Muchos vienen al mundo con determinados dones, que pueden o no transmutarse en capacitaciones plenas, dependiendo del empeño personal y, por último, también, de las condiciones del ambiente. Durante el periodo de la infancia, cabe a los padres y educadores reconocer y apoyar las inclinaciones latentes de los pequeños, para que se desarrollen plenamente, y no destruirlas con concepciones erradas y deseos personales, que siempre traducen un profundo egoísmo.
Del mismo modo, en la época de la juventud o incluso ya en la madurez, las semillas de los dones traídos deben ser reconocidas e impulsadas por quien tenga ese derecho, y no masacradas con críticas unilaterales. Una única crítica destructiva, una sola palabra impensada, un simple gesto inconsecuente pueden liquidar de vez la semilla de un don espiritual, que luchaba por desabrochar en nuestra época tan árida.
En las explicaciones que da en su obra “Los Diez Mandamientos de Dios y el Padre Nuestro” (https://bit.ly/1UAEyQK) sobre el real significado del Quinto Mandamiento: ¡No Matarás!, Abdruschin muestra como un padre puede transgredir directamente ese mandamiento al exigir que su hijo, por ejemplo, se dedique a estudios por los cuales este no tiene ninguna propensión. Sigue un trecho:
“Es innegable, sin embargo, que este padre, por su falsa ambición y terquedad, quiso apagar en su hijo algo que le fue dado para su desarrollo en la Tierra. En muchos casos se llega realmente a destruirlo, porque, más tarde, el desarrollo apenas es posible, dado que la fuerza sana necesaria ha sido ahogada en el mejor momento y se ha malgastado imprudentemente para fines ajenos a la naturaleza del muchacho.
En este ejemplo, el padre ha pecado gravemente contra el mandamiento: “¡No matarás!”, sin considerar, además, por otra parte, que, por obstinación, quizá ha privado a la humanidad de cosas muy útiles que hubiera podido realizar el muchacho. Sin embargo, el padre debía haber considerado que, aunque el muchacho poseía o podía haber tenido una semejanza espiritual con él mismo o con la madre, ante el Creador sigue siendo una personalidad individual con el deber de desarrollar el talento que le fue dado en la Tierra para su propio beneficio.”
También cita el ejemplo de una amistad traicionada:
“Lo mismo ocurre cuando un hombre abusa de una amistad sincera o de la confianza que demuestra una persona. Con esto mata y lesiona algo en su prójimo que realmente tenía vida, y así transgrede la Palabra divina que dice: No matarás. El destino, más tarde, le pedirá cuentas.”
Cuidemos, por consiguiente, de nunca transgredir, inadvertidos y descuidados, el quinto mandamiento de las Leyes de Dios ((https://bit.ly/1UAEyQK). Y no seamos avaros con palabras de estímulo a quien las merezca (https://bit.ly/2lhcC6j), pues ellas actúan como abono en las semillas de dones en proceso de germinación.
Roberto C. P. Junior
(instagram.com/robpucci/)
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