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Cavilar continuamente a respecto de sí propio, sea sobre virtudes o defectos, no es el camino correcto para la evolución espiritual. Pues, con eso, la persona dirige su mirada siempre apenas para sí misma, buscando disecar continuamente lo que está en su alma, en vez de direccionarlo alegremente para un albo puro y elevado. El esfuerzo en eliminar nuestros errores y fallas debe, sí, ser permanente, pero como resultado natural de una voluntad interior orientada siempre en el sentido del bien, y no como un efecto forzado de análisis intelectivas (https://bit.ly/37xewvH).
Sigue un trecho de la conferencia “El hombre que cavila”, extraído de la obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial de Abdruschin (https://
“El verdadero móvil de ese continuo cavilar no es tampoco una buena voluntad, sino solamente la vanidad, el egoísmo, la presuntuosidad. No es un puro anhelo de Luz, sino un afán de vanagloriarse de sí mismo, lo que da lugar a esas cavilaciones, lo que les infunde nuevos ánimos y las alimenta constantemente.
Ensañándose consigo, ese hombre piensa siempre, absolutamente siempre, en sí mismo, observa con ardor los alternativos pros y contras de sus estados anímicos, se enoja, se consuela, para, finalmente, dando un profundo suspiro de tranquilizadora satisfacción personal, comprobar él mismo que ha conseguido ‘sobreponerse’ nuevamente a algo. Con toda intención digo ‘comprobar él mismo’; pues, efectivamente, sólo él lo comprueba, y sus constataciones personales no son nunca sino alucinaciones. En realidad, no ha avanzado ni un solo paso. Al contrario, no hace más que incurrir siempre en las mismas faltas, a pesar de imaginarse que ya no son las mismas. Pero son las faltas de siempre, sólo la forma ha cambiado.
Un hombre tal nunca puede avanzar de este modo. Sin embargo, la observación de sí mismo le da la ilusión de superar una falta tras otra, cuando lo cierto es que describe siempre el mismo círculo a su alrededor, mientras que el mal fundamental latente en él no hace sino crear continuamente nuevas formas.”
Busquemos, entonces, actuar de modo correcto en todas las situaciones, pero en la intuición, como consecuencia del impulso ascendiente del espíritu, y no por cuenta de agotadores diagnósticos del raciocinio. Actuar siempre de modo justo, independientemente de si estamos siendo observados o no, de que nuestras acciones puedan hacerse conocidas o no por los que nos rodean. De ese modo también eliminaremos en su nacimiento, de modo simple y natural, cualquier tendencia de surgimiento de una nueva falla, mientras que las antiguas se extinguirán por sí mismas, por no encontrar más ningún punto de anclaje en un alma que se hace cada vez más purificada y luminosa (https://bit.ly/3iblhoR).
En otras palabras: Aquel que busca mantener siempre pura su voluntad interior, o voluntad intuitiva, se torna naturalmente agradecido por la dádiva de la vida y, con eso, también se llena, como consecuencia natural, de una alegría genuina. Esa permanente afirmación de vida es el mejor medio para reconocerse las fallas aún existentes y eliminarlas por completo rápidamente.
Roberto C. P. Junior
(instagram.com/robpucci/)
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