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Lo que se encuentra en el interior de la criatura humana acaba por evidenciarse también exteriormente. Eso sucede con un único individuo, con grupos, pueblos y hasta con toda la humanidad. De esa manera, no causa sorpresa ver hasta cual punto el ser humano ya ensució su morada terrena, otorgada a él en confianza hace centenas de milenios, para que pudiese desarrollarse espiritualmente dentro de ella y volver un día a su patria luminosa.
La polución del aire, de los mares, de los ríos y de la tierra, es una evidencia exterior palpable, un retrato externo del alma contaminada de la humanidad entera, que solo sabe dar guarida en su interior a todos los males y vicios que ella misma creó y cultivó durante milenios. Contaminó su interior y también su exterior, totalmente, a punto de no dejar libre ni siquiera el espacio arriba de ella.
La imagen más próxima de la Tierra es una representación artística de la basura espacial de mayores dimensiones en la llamada “órbita baja” que la rodea. En 2008 había cerca de 17 mil destrozos mayores que 10 centímetros girando sobre nuestras cabezas, y más unos 200 mil objetos con tamaño entre 1 y 10 centímetros y decenas de millones de partículas menores que un centímetro. La imagen más alejada del planeta muestra la basura existente en aquel mismo año en órbitas mayores.
Donde alcanza la mano humana, ahí surge devastación. En ningún lugar de la Tierra, y ahora ni siquiera fuera de ella, la Naturaleza está protegida de la arbitrariedad de esa criatura degenerada, la única a despreciar las dádivas de la Naturaleza y a menospreciar su propia morada material. La única a dar vueltas las espaldas al inmenso Amor a ella otorgado por el Donador de la vida… La humanidad tendrá que responder por todo eso, tendrá que arcar con las consecuencias de esa su actuación deplorable. Por cierto, ya está arcando, en la forma de dolor y sufrimiento crecientes.
“¡Defendeos contra la Omnipotencia de Aquél que por Su Gracia puso a vuestra disposición esta parte de la Creación que vosotros habéis devastado, emponzoñándola como si fuera un establo de animales abandonados a sí mismos! ¡En ella sólo puede habitar el sufrimiento y la miseria, pues la aberración de vuestra conducta y vuestro tenebroso querer han hecho huir toda paz y toda alegría, obligando a la pureza a esconderse espantada!” (Abdruschin – En la Luz de la Verdad).
Roberto C. P. Junior (instagram.com/robpucci/)
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