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Hay dos mandamientos que no generan mayores preocupaciones en los pocos que aún se interesan por ellos y en los poquísimos que aún buscan, de algún modo, cumplirlos: el quinto y el séptimo, El quinto prohíbe matar, el séptimo robar. “Cumplimiento fácil de ambos para cualquier ciudadano de bien”, aseveran esos pocos para sí.
“¡No robarás!”, establece de modo claro y breve el mandamiento que ocupa la séptima posición en el Decálogo. Todo el mundo sabe lo que es robar. Robar es retirar algo que pertenece a otro. Lo que casi nadie sabe, o no toma atención, es sobre la real dimensión de lo que, efectivamente, puede ser robado de alguien.
Una persona puede ser robada no apenas de sus bienes materiales, mas también de su honra, de su dignidad, de su reputación. Quien denigra la imagen de su semejante, quien mancha su reputación de algún modo, está robando de él algo mucho más precioso de que cualquier valor material. Es, por tanto, una contravención directa al séptimo mandamiento.
También peca contra el mandamiento quien busca lanzar sospecha sobre el prójimo, con avisos y alertas a terceros para que se acautelen con aquel. En esa situación, el ladrón está robando de esas terceras personas la confianza que ellas depositaban en aquella otra que está siendo albo de alertas. En segundos es robado algo precioso que puede haber llevado años, o talvez una vida entera, para ser obtenido y sedimentado.
Peca aun directamente contra el séptimo mandamiento quien repasa adelante informaciones que posee de una determinada persona, sin el consentimiento previo de esta. Y eso en cualquier situación…
Mire ahora el ser humano para dentro de sí mismo y diga, con toda la convicción de su alma, que nunca, ¡jamás transgredió el séptimo mandamiento en ninguna circunstancia! Si no puede decir eso, entonces cuide de ahora en delante de no robar nada más de la propiedad personal de su prójimo.
La ignorancia sobre la amplitud de los Mandamientos de Dios no es una circunstancia atenuante para su incumplimiento, y si agravante, pues demuestra indolencia espiritual y falta de interés en conocer la Voluntad de su Creador. No debemos nunca olvidar que toda y cualquier negligencia en relación a los Diez Mandamientos implica graves efectos retroactivos en la actuación de la Ley dela Reciprocidad.
(Texto basado en la obra “Los Diez Mandamientos y el Padrenuestro”, de Abdruschin: bit.ly/LOS10MA.)
Roberto C. P. Junior
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