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Quien se deja engañar por las apariencias exteriores es solamente el raciocinio humano, el intelecto. Y además él suele encantarse con las máscaras y disimulaciones presentadas por su dilecta hija: la fantasía. La intuición espiritual, al contrario, nunca se engaña, reconociendo de inmediato la verdadera índole del otro. La intuición asimila instantáneamente la voluntad real del interlocutor, y la evalúa con claridad e imparcialidad. La imagen que de ella surge es nítida, clara, legítima, sin retoques (https://bit.ly/3sMPSyc).
Por cierto, “imagen clara” es justamente lo que caracteriza una intuición genuina. Ella surge inmediatamente en el espíritu, como un relámpago, para solo después moldearse en pensamientos. El proceso es exactamente el inverso de las imágenes generadas por el raciocinio. Estas últimas son siempre antecedidas por los correspondientes pensamientos, y de resto surgen mucho más débiles, sin brillo y sin impacto en el espíritu, pues fueron generadas por el cerebro.
Las ponderaciones intelectivas solo consiguen formar poco a poco una imagen del interlocutor, y con base solamente en lo que este busca aparentar. Usualmente, tal imagen está muy lejos de la realidad, es oscura y borrada. Si damos atención a esa imagen del raciocinio, entonces probablemente sufriremos una dura decepción en el futuro.
Por eso, la primera impresión en cualquier encuentro es siempre la correcta, desde que sea de hecho la intuición quien habla. Y también, naturalmente, cuando no se trate de un encuentro entre dos lobos camuflados de corderos, porque en ese caso ambos ya habrán perdido hace mucho la capacidad de escuchar la intuición, que es la voz interior o voz del espíritu.
Sobre esta situación, dice Abdruschin en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial (https://mensaje-del-grial.org), conferencia “La Voz Interior” :
“La llamada ‘Voz interior’, ese elemento espiritual en el hombre, del cual éste puede fiarse, es el sentimiento intuitivo. No en vano dice la voz popular: ‘la primera impresión es siempre la buena’. Aquí también, como en todos los dichos y proverbios de este género, reside una profunda verdad. Cuando se dice ‘impresión’, quiere decirse, generalmente, “’sentimiento intuitivo’. Lo que un hombre experimenta, por ejemplo, al encontrarse por primera vez con un extraño, puede ser una especie de advertencia que le invita a ser prudente, pudiendo, incluso, convertirse en una repulsa total; o bien puede ser una impresión agradable, capaz de traducirse en una simpatía sin reservas. En muchos casos, es mera indiferencia lo que se siente.
Pero si, en el curso de la conversación y mediante el trato personal, esa impresión llega a ser modificada o, incluso, completamente desvirtuada por el juicio del intelecto, de tal manera que surge el pensamiento de que aquella primera impresión había sido falsa, casi siempre, al finalizar tales relaciones, suele confirmarse la exactitud de la misma; a menudo para dolor de los que, fiándose del intelecto, fueron inducidos a error por el aspecto engañoso del otro”.