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Palabras ásperas e inconsecuentes pueden herir más que un puñal, y las heridas de alma que ellas provocan pueden perdurar por toda una vida, e incluso ir más allá (http://bit.ly/1Otcjfl).
En la educación infantil, la severidad inherente al verdadero amor puede, sí, establecer un castigo justo cuando necesario, pero jamás deberá herir el alma de un niño bueno.