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Así como todo cuanto es errado, el hablar frívolo implica igualmente consecuencias dañinas. Semejante descuido constituye una de las muchas propensiones que sobrecargan el alma humana, o sea, algo que queda “colgado” en el alma, y que la hace hundirse por efecto de la Ley de Gravedad Espiritual.
Sobre eso, Tiago repitió la advertencia del Maestro a su comunidad: “Que vuestro sí sea sí, y que vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación” (Tg.5:12). Jesús también advirtió que las consecuencias del hablar frívolo tendrían que ser arcadas integralmente por el autor, visto tratarse de una culpa que reclama rescate de algún modo, como cualquier otro tipo de pecado: “Más yo os digo que de toda palabra frívola que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del Juicio” (Mt.12:36).
Solo por ahí se ve como es errado y dañino el lenguaje estéril de los jóvenes de nuestros días, constituido casi que exclusivamente de jergas y monosílabos, prácticamente demandando un intérprete para poder entenderlos.
Es verdad que el idioma no es fijo, pero su movilidad tiene que ser guiada siempre en el sentido ascendiente, y no direccionada para una pretensa simplificación, que nada más es que un debilitamiento. Ser simple no es ser simplista ni simplón, y si ser claro. Ya el surgimiento de dialectos en una nación es una señal muy grave de debilitamiento del idioma, con consecuencias nefastas para el pueblo entero.
Los alemanes saben muy bien lo que eso significa. Poco antes que Martín Lutero (1483 – 1546) lanzará su Biblia, en 1522, Alemania se encontraba en una división territorial como consecuencia justamente del uso de dialectos (por lo menos cinco). El Nuevo Testamento se encontraba impreso en catorce versiones diferentes.
Lutero recusó la idea de lanzar su Biblia en uno de los dialectos vigentes, o incluso en algún pobre alemán. Prefirió la forma íntegra y rica de la antigua lengua alemana, obligando el pueblo a leer la Biblia en su idioma verdadero. Él quería que todos los alemanes comprendiesen muy bien su Biblia, pues creía que los cristianos no necesitaban de ninguna mediación de la Iglesia.
Los alemanes tuvieron que estudiar nuevamente el alemán para leerla, y con eso dejaron de lado los dialectos con su lenguaje inexpresivo. El resultado fue que la Biblia de Lutero, cuya primera edición fechada en 1534, acabó contribuyendo para mantener la patria alemana unificada.
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