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Cuando somos alcanzados súbitamente por una tempestad inesperada, no conseguimos discernir muy bien las cosas. Todo se queda medio borrado y confuso. Pero después que la tempestad pasa, la vida generalmente parece más clara y limpia, permitiéndonos divisar el camino más adecuado a seguir. Un camino que antes del advenimiento del temporal estábamos incapacitados de ver.