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La llave para la autonomía espiritual no está en la erudición, en el ocultismo, en el misticismo, en la creencia ciega, y en ninguna otra ilusión externa creada por la fantasía. La prisión que impide hoy al espíritu de moverse y progresar fue construida por él mismo, por su propia pereza milenaria.
La llave para abrir la prisión de la indolencia se encuentra guardada dentro de cada uno. Sin embargo, ella solo se evidenciará cuando surja en la persona el anhelo de tornarse una criatura de pleno valor, que busca conocer y reconocer las leyes que sostienen la Creación y guiar su vida de acuerdo con ellas. Este anhelo legítimo y ardiente, cuando finalmente irrumpe en el interior, constituye la propia llave para la libertad de actuación del espíritu.