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Las adversidades de la vida no son obstáculos intransponibles, por más duras que puedan parecer. Ni tampoco deben servir de disculpas para justificar una estagnación en el desarrollo espiritual (http://bit.ly/29cpN1m). Por lo contrario. Las dificultades pueden y deben servir de estímulo para el completo desabrochar de las capacitaciones humanas, en la dirección preconizada por las leyes que rigen el Universo. La planta que necesita vencer continuamente las intemperies es mucho más fuerte y más resistente que la que crece en un invernadero, y también mucho más valiosa.
El ser humano que, con esfuerzo propio, consigue desarrollar por completo sus capacidades, y las utiliza conscientemente en el sentido del bien, ayuda con su parte a embellecer la Creación y, al mismo tiempo brinda, con su actuación, el más bello testimonio de gratitud para con su Creador.