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Momentos de tristeza no pueden ser enmascarados por artificios externos. Es una tontería querer engañar alguien, inclusive a nosotros mismos, cuando estamos en tal situación. Si el alma llora, una sonrisa forzada es una mera hipocresía. Mejor enfrentar el problema de frente, con coraje y confianza en el auxilio, hasta que la alegría pueda reencontrar el lugar del corazón, su local de morada natural.