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Son dos extremos. Hay aquellos que viven solamente en el pasado, zambullidos en recordaciones e imágenes en las cuales desempeñaron posiblemente un papel de cierta relevancia, pero con eso, dejando de vivir en el presente. Es un gran contingente. En la otra punta el número no es menor. Son los que viven apenas en el futuro, depositando en él todos sus anhelos y esperanzas, pero dejando también de esa forma de vivenciar el presente, de experimentar la realidad del aquí y ahora.
Podemos, naturalmente, hacer planos para el futuro y trabajar para que se realicen, pero sin zambullir en esperanzas vanas de un dorado porvenir, que están envueltas en devaneos. Podemos, del mismo modo, extraer enseñanzas y reconocimientos del pasado, no obstante, sin atarnos a él. La vida acontece únicamente en el presente, solamente en él el espíritu humano vivencia lo que necesita y consigue desarrollarse tal como le está previsto.