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Tres palabras bastante familiares a los cristianos, independientemente de la religión, denominación o facción a que pertenezcan. Pues, al oírlas, les llega a la mente en el mismo instante las conocidas sentencias del Maestro, registradas en el Evangelio de Juan: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.” (Jn.14:6).
Y, entonces, guardan ellos en sus corazones la interpretación más inmediata de esas palabras, cual sea, la de que apenas los seguidores del cristianismo conseguirán alcanzar el reino del cielo. Y que lo alcanzarán con más seguridad, naturalmente, los miembros de su propia institución cristiana. Un pensamiento no muy diferente del ansiado por los fariseos del tiempo de Jesús…
No obstante, esas significativas palabras del Hijo de Dios son mucho más profundas de lo que parecen a primera vista.
Jesús fue la Palabra de Dios encarnada, el Amor de Dios que peregrinó por la Tierra, enseñando, advirtiendo, exhortando. La Palabra, sin embargo, trae en sí, de modo indisoluble, las leyes que el Padre insirió en Su inmensa Creación (http://on.fb.me/1MkBS4L). Una persona que sigue con seriedad la verdadera palabra de Cristo, que busca reconocerla y vivirla, que busca asimilarla en su interior, de forma a tornarse una sola cosa con ella en todas sus intuiciones, pensamientos, palabras y actos, solamente tal persona estará caminando en la verdad, en dirección a la verdadera vida.
Solamente una tal persona, por consiguiente, llegará al Padre, a través de Su Amor, que es el propio Jesús. Eso acontece independientemente de la religión cristiana a que tal persona pertenezca. Independientemente, inclusive, de ella pertenecer a una religión cristiana, y hasta de tener alguna religión.
Hay personas en la Tierra que, en su profundo amor al Creador, se esfuerzan sinceramente en conocer Su Voluntad y vivir según ella, sin tener ningún conocimiento de la doctrina de Cristo. En su humildad y esfuerzo espiritual, ellas viven mucho más dentro de la Palabra del Salvador de que las incontables legiones de fieles que, cuando mucho, consienten en oír aquí y allí algunas interpretaciones de las palabras de Jesús registradas de memoria por terceros, pero que nunca se movieron espiritualmente para conocerlas realmente a fondo, en su justo significado, y mucho menos en vivir de acuerdo.
“¡Yo soy la Resurrección, el Camino, la Verdad y la Vida! ¡Nadie viene al Padre sino por mí!”
Solamente la persona que liberte su interior de la creencia falsa y de los dogmas de cualquier especie, dejando realmente “libre” por entero su libre albedrio, se hace capaz de librarse también de la comodidad y de la indolencia, lo que únicamente permite al espíritu emerger de la materia. Es esta la resurrección del mundo material en dirección a la verdadera vida, la eterna, que se procesa en la patria espiritual. Apenas un tal ser humano habrá encontrado, finalmente, el Camino, la Verdad y la Vida.
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra.
Ingrese a: http://bit.ly/1u52cG0).