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El espíritu humano solo madura por medio de vivencias. Por eso, las experiencias intensas que tenemos aquí en la Tierra, enmarcadas de sufrimiento o felicidad, son en realidad bendiciones invalorables. Son rayos de luz provenientes de la actuación de las leyes de la Creación, que nos obligan a reflexionar y a movernos espiritualmente, y que pueden hasta despertarnos para el reconocimiento de la Verdad.