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La herencia más valiosa que el espíritu puede llevar consigo, al final de una vida bien aprovechada, es el conjunto de vivencias experimentadas en la Tierra. Pues son ellas que le propician una mayor maduración, lo que se evidencia por una luminosidad propia más intensa. Y solamente un espíritu en continuo proceso de evolución consigue subir, peldaño por peldaño, la escala de la ascensión espiritual, rumbo a su verdadera Patria.