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El espíritu humano tiene el derecho, y principalmente el deber, de hacer desabrochar todas las capacitaciones que trae en sí, pues solamente de esa manera puede evolucionar y desarrollar las alas espirituales que le facultarán el vuelo a las alturas previstas para él.
No debe nunca permitir que conceptos de creencia impuestos, o dogmas de cualquier tipo, obstruyan su libertad de elección y los caminos que desea seguir para su propio desarrollo.