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Muchos conocen la historia de la australiana Nicole Graham. Cierta vez, ella y su hija paseaban a caballo en una playa de Australia cuando de repente cayeron en un atolladero semejante a arena movediza. Nicole se arrastro en el barro y consiguió salvar su hija y el caballo de ella, pero su propio caballo quedo atrapado. Su hija salió por socorro, mientras ella permaneció al lado del animal. Nicole percibió que cuanto más el caballo se movía, más su cuerpo sumergía, y por eso se sentó al lado de él y trató de calmarlo. Corriendo el riesgo de muerte debido a la subida de la marea, y con el cuerpo parcialmente cubierto por la arena, la joven permaneció por tres horas con los brazos alrededor de la cabeza del caballo, hasta que los equipos de rescate consiguiesen salvar el animal.
Hay muchas historias así, registradas en verso y en prosa desde tiempos inmemoriales. Siglos y milenios no alteraron el sentimiento básico que mueve algunas personas a actos de heroísmo. En la tragedia de Santa María en Brasil, un joven que ya estaba afuera y a salvo, volvió para el club nocturno incendiado tratando de salvar algunos de sus amigos y acabó muriendo. Recientemente, una profesora de una pequeña ciudad del estado de Minas Gerais en Brasil, perdió la vida en un incendio de una guardería infantil, tratando de salvar los niños, víctimas de un ensandecido. Ella se atracó al incendiario con todas sus fuerzas, tuvo 90% de su cuerpo quemado y también no resistió.
El impulso que lleva determinadas personas a practicar acciones heroicas es, en última instancia, el amor. Amor verdadero, amor genuino al prójimo, amor a la naturaleza y a sus criaturas. Un amor que, en una situación de peligro extremo, habla más alto que todo, hasta de la propia vida. Un padre o una madre pueden de esa forma dar fácilmente la vida para salvar a un hijo amado, sin necesitar reflexionar antes, tal como lo hacen los animales en la defensa de sus crías.
El amor es la fuerza más grande que existe en el Universo, pues su Fuente original es el Omnipotente Creador, que es el propio Amor. Quien se conecta al amor verdadero recibe una fuerza que lo hace superar cualquier obstáculo. El amor verdadero se manifiesta en la vida terrena de varias formas, tales como altruismo, gratitud, comprensión, paciencia, severidad justa, misericordia, interés legítimo por el semejante…Todas esas virtudes son hijas del amor, pero la más corajuda de ellas es el heroísmo.
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