Reading time: 4 minutes
Propensión es aquello que propende, que está pendiendo. Esta situación acontece literalmente con el alma humana cuando él se deja atraer por actividades poco limpias, de las cuales hay innumerables. Se cuentan entre esas no solo los vicios de varias especies, como fumar, beber, juegos, sexo, pero también cualquier predilección especial por algo terreno, como el deseo de acumular dinero o bienes, la voluntad de sobresalir y ser un albo de admiración, el coleccionismo desenfrenado, la inclinación para lo oculto y lo místico, y tantas otras.
Quien se deja envolver por propensiones no tiene más tiempo ni voluntad de cuidar de la vida espiritual. Esa falta de disposición del espíritu hace con que el alma se torne más densa y pesada, de tal suerte que después de la muerte terrena se hunde para regiones igualmente densas y lúgubres, por efecto de la Ley de Gravedad Espiritual. Fuera de la Tierra de materia densa no existe más el cuerpo físico retardando los efectos recíprocos, más si, todo se torna inmediatamente vivencia, de acuerdo con el estado del alma. Por eso, es extremamente difícil en esas circunstancias librarse de una propensión que se encuentra adherida a él. El alma corre el riesgo de permanecer retenida en regiones inferiores, en consonancia con su afinidad, hasta ser arrastrada al círculo de descomposición, que destruye la personalidad, el “yo” personal consciente. La culpa de un destino así tan trágico es, evidentemente, del mismo espíritu humano, de su indolencia y voluntad errada.
Además de eso, otra ley de la Creación también actúa en esta situación tan seria: La Ley de Atracción de las Afinidades. Ella hace con que las propensiones adheridas al alma se robustezcan cada vez más por la atracción de elementos semejantes, influenciando poderosamente al respectivo ser humano y llevándolo a entregarse aún más vertiginosamente a la misma propensión o pecado. Y así acontece que un tal fustigado pecador tenga su libre albedrío ‘atado por la propensión’, porque su voluntad seguirá siempre en aquella misma presumible dirección errada, esclava que está de esa fuerte tendencia para el mal, de esa inclinación vigorosa para el error, alimentada y cultivada por él mismo. Su libre albedrío se encuentra de esa forma tullido, atado, esclavizado, incapaz de cumplir su función primordial de auxilio en el desarrollo ascensional del espíritu.
La persona en cuestión solo estará libre de esa influencia estorbadora cuando las propensiones sean radicalmente extintas de su alma, y no solo amortecidas por voluntad mental. La bien intencionada voluntad mental no es capaz de hacer más de que cortar una de las cabezas de esa poderosa Hidra de Lerna de la propensión, la cual inevitablemente renacerá con todo el vigor en la primera oportunidad generada por cualquier tentación. La Hidra es apenas aturdida de esa forma, pero continúa viva, firme y fuerte.
En el Antiguo Testamento, la culpa como responsabilidad delante del Creador es expresada por el término hebreo ‘asham’, cuyo significado es ‘responsabilidad que permanece hasta que la culpa sea removida’. Únicamente una firme voluntad espiritual, una voluntad interior ardiente para el bien y, sobretodo, perseverante, puede extirpar de vez todas las cabezas de esa casi invencible serpiente de la propensión y, con eso, remover la culpa de forma definitiva. Solamente de esa manera el libre albedrío se tornará libre, liberado de todas las malas influencias de las propensiones.
La voluntad espiritual permanente en el sentido del bien elimina poco a poco las propensiones terreas, auxiliando la criatura a ascender espiritualmente, lo que, por fin, redundará en la obtención de la vida eterna, último objetivo del espíritu humano en su peregrinación por las muchas moradas de la Casa del Padre.
La mantención permanente de esa voluntad pura es mucho más importante ahora, en la época del Juicio Final. Pues el Juicio fuerza todo a evidenciarse, obliga todo aquello que está aparentemente muerto y sepultado en el espíritu humano, todas sus fallas y propensiones, a despertar para la vida, a manifestarse. Es ese el sentido de la expresión: “¡Tus muertos, sin embargo, revivirán! ¡Sus cadáveres se van a levantar!” (Is.26:19). Eso significa que todo lo que está muerto en el alma humana revivirá durante el tiempo de Juzgamiento.
Entonces, busquemos vivir en conformidad con las leyes de la Creación, manteniendo siempre encendida nuestra voluntad para el bien, siempre purificada, direccionada exclusivamente para lo que es bueno y noble. Solo tiene valor la voluntad de quien tiene voluntad.
(Conozca las obras literarias publicadas por la Ordem do Graal na Terra.
Ingrese a: bit.ly/libros-OGT).