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Dar y recibir en un movimiento permanente de intercambio, siempre en perfecto equilibrio. Este es un principio básico de la vida, sin el cual nada puede perdurar. Quien solo quiere recibir, sin dar nada, no pasa de un mendigo cuando visto desde arriba.
Y quien dispone de dádivas espirituales para distribuir a sus semejantes, puesto que ha recibido mucho anteriormente, y no lo hace por juzgar que las condiciones no son propicias, o que aún no es el momento, corre el riesgo de perder la hora y pasar para el otro lado de la vida sin haber hecho nada de útil en esta.