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No es motivo de vergüenza, de preocupación o de recelo tener una opinión diversa y actuar de modo diferente de la mayoría, muy al contrario. Desde que, evidentemente, la respectiva persona esté realmente siguiendo sus convicciones más íntimas. Motivo de vergüenza sería hacer todo igual a toda la gente solo por miedo de ser diferente y de llamar la atención, además de que una tal situación es una evidencia inequívoca de indolencia espiritual.