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¿Quién de nosotros no tuvo un sueño? ¿Quién de nosotros no abriga un deseo cualquier de mejoría? ¿Quién nunca tuvo anhelo por días más cálidos o aspiró por una vida más feliz? ¿Quién no estableció para sí mismo por lo menos una meta, por menor que sea, a ser alcanzada un día?…
La pregunta siempre es saber cómo hacer el sueño realidad.
Tiempos atrás estuvo de moda una interpretación de la “ley de atracción”, según la cual bastaba que la respectiva persona anhelara de todo corazón por su sueño, pensando en él con ahínco, para que se realizara. El Universo conspiraría a favor de esa realización, pues la propia persona estaría atrayendo lo que deseaba mediante su voluntad y sus pensamientos.
La Ley de Atracción de la Igual Especie es una de las leyes básicas que gobiernan la Creación (http://on.fb.me/1IMhHLg), sin embargo ella no puede ser usada de ese modo para satisfacer los deseos personales de cada uno. Ese tipo de tentativa es un esfuerzo antinatural que nada de bueno puede traer a la persona en la efectuación de la Ley del Retorno, o Ley de la Reciprocidad, que es una segunda ley fundamental de la Creación. No es posible tratar de provocar la efectuación artificial de la Ley de Atracción y al mismo tiempo quedar exento de responsabilidad en relación a la Ley de la Reciprocidad (http://on.fb.me/1fojJ8D).
No obstante, también la Ley de la Reciprocidad suele ser mal interpretada en esos casos. Algunos sustentan que como ella trae de vuelta la cosecha de lo que sembramos, entonces basta no hacer nada y aguardar el madurar de los frutos buenos, haciendo votos para que nuestra siembra anterior haiga sido buena, por lo menos en parte. Esa es una posición bien indolente en verdad, perezosa, que pretende librar la respectiva persona del esfuerzo para alcanzar el albo anhelado.
Si, la Ley de la Reciprocidad siempre nos entrega los frutos de lo que sembramos antaño, en esta o en vidas terrenas anteriores, más eso no nos exenta de esfuerzos para obtener lo que deseamos. Un fruto bueno de la reciprocidad puede ser, por ejemplo, alguna contingencia favorable de la vida, alguna circunstancia benéfica que nos muestre la mejor manera de alcanzar lo que añoramos, mientras que un fruto malo puede ser lo inverso, algo que dificulte o impida la concretización de un objetivo.
No obstante, incluso un fruto bueno, proveniente de una buena siembra, puede no más alcanzarnos si en ese medio tiempo nuestro interior haiga cambiado para peor. Eso, la otra Ley, la de Atracción de la Igual Especie, no lo permite. Sin un esfuerzo permanente en el sentido del bien todos nuestros sueños de los más simples a los más esplendorosos continuarán envasados delante de nuestros ojos, sin posibilidad de realización.
Tanto la Ley de Atracción como la Ley de la Reciprocidad traen exclusivamente gracia y amor, en el más amplio sentido, en sus efectos junto a las criaturas humanas. Por eso, también puede suceder que un sueño, que no sea particularmente caro, cueste a hacerse realidad, o se efectúe de modo diferente de lo que habíamos imaginado inicialmente (http://on.fb.me/1HINJ6p), o también que nunca se realice, sin que podamos comprender de inmediato el motivo.
En tal situación, sin embargo, podemos tener absoluta seguridad de que la no realización es mucho más provechosa para nuestra ascensión espiritual. Solamente más tarde, tal vez, ya fuera de esta Tierra, reconoceremos el inmenso amor inserido en una no realización de un sueño terreno, aparentemente injustificado.
Y entonces nuestra alma transbordará de gratitud para con el Todopoderoso Creador, por la sabia providencia que nos permitió llegar más próximos del Él e de su Voluntad, que es el sueño más grande y más profundo de aquel espíritu humano que busca vivir en conformidad con las leyes que gobiernan la Creación.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”.
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