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Palabras desnecesarias cansan el espíritu y lo arrastran hacia abajo, porque todo cuanto es superfluo se hunde irremediablemente, por efecto de la ley espiritual de la gravedad.
Busquemos hablar apenas lo que sea útil, de modo que sea necesario, cuando haya necesidad y donde sea propicio. Y evitemos también, tanto nos sea posible, los tantos parlanchines, que solo hacen agotar las energías de los que están próximos a ellos.