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El ser humano de la época actual, con raras excepciones, constituye, él propio, una prisión para el espíritu. Su espíritu se encuentra hoy encarcelado en el cuerpo, sin poder desarrollar sus alas, porque su voz, la intuición, no es más oída y mucho menos seguida. Ella no consigue más contraponerse al raciocinio calculista, que todo determina y todo decide, Infelizmente.