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Una especie de desaliento a menudo se abate, no pocas veces, entre los que se esfuerzan para progresar espiritualmente. El desánimo toma cuenta de uno por aquí, de otro por ahí y de otro por allá, cuando tienen que verificar que, a pesar de sus esfuerzos, vuelven a caer en los mismos errores, siempre de nuevo.
¿Cuál es la causa de esa repetición indeseada? ¿Por qué eso acontece?
Acontece porque, en primer lugar, esta no es la primera vez que pisamos en la Tierra. Cada uno de nosotros tiene tras de sí varias vidas, en que cometió errores y aciertos, y tuvo que arcar con las respectivas consecuencias, más temprano o más tarde. Cuando los errores cometidos tienen la forma de propensiones (http://on.fb.me/1EdZy3K), el problema es más grave, pues propensiones “propenden” literalmente en el alma, conforme el nombre ya lo dice, y resurgen nuevamente en una nueva vida terrena. Pues apenas el cuerpo físico cambia en cada encarnación, mientras que el alma es siempre la misma.
Las propensiones obliteran el libre albedrio y arrastran la persona aún no suficientemente fortalecida en su interior para los mismos errores que le dieron origen. Aunque cuando ella reconoce que son, errores, de hecho, y que, por tanto, no debería más cometerlos, ella frecuentemente sucumbe a la inclinación de las propensiones y las practica nuevamente.
Solo realmente una fuerte voluntad para el bien, una voluntad legítima y sobretodo permanente, inquebrantable, puede, poco a poco, debilitar las propensiones que el alma carga consigo, libertándola finalmente de eso, y tornando el libre albedrio nuevamente despejado.
La permanente buena voluntad en todos los pensamientos, palabras y acciones, desencadena un círculo virtuoso, trayendo completa liberación a quien estaba acosado por el mal, protegiéndolo, con eficacia cada vez mayor, de volver a caer en los mismos errores provocados por las propensiones. No instantemente, pero de a poco, en la medida exacta de la sinceridad en mejorar. Esa es la única manera de libertarse de los males adheridos al alma. La llave de la libertad atiende por el nombre de “perseverancia”.
Solo quien persevera por el camino del bien, sin dejarse influenciar por nocivos pensamientos externos, más persistiendo en ese camino a pesar de las muchas tentaciones de la vida (http://on.fb.me/1I6J3q8), solamente este podrá, poco a poco, lentamente, limpiar su alma de toda la suciedad en ella acumulada, en la actual vida y también en las anteriores. Es el propio espíritu humano que debe proceder a la limpieza de su envoltorio más etéreo, su alma. Es él mismo, por tanto, que necesita lavar sus “ropas”. (Ap.22:14).
La llave para conseguirse la necesaria purificación interior es, por consiguiente, la “perseverancia”, la incansable fuerza de voluntad dirigida para el bien. No desfallecer, pero sacar enseñanzas, incluso de las pretensas victorias del raciocinio, que tantas veces nos condujeron a caminos errados. Reconocer esos falsos caminos y las consecuencias dañosas que de ahí nos advinieron, para que en una próxima situación sigamos únicamente la ruta preconizada por el espíritu, mediante el libre albedrio no más imposibilitado
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra.
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