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La capacidad de creación de la persona humana es inmensa, mucho más grande que se supone. No está adscrita a lo que es formado por sus manos, mas abarca aún todo lo que ella forma a cada día y a cada hora con sus pensamientos e intuiciones. Son esas las verdaderas obras del espíritu, que influencian recíprocamente al propio generador en la vida terrena y lo aguardan en la próxima, en la vida del Más Allá. Si pudiésemos contemplar hoy, en un cuadro, las buenas obras espirituales que ya realizamos de esa forma hasta aquí, ¿él estaría lleno o vacío?…