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La imagen de San Jorge matando el dragón es la representación mítica de un simbolismo muy antiguo, existente en creencias de varios pueblos, desde tiempos inmemoriales. De ahí vienen las innúmeras imágenes y esculturas de “matadores de dragón”, vistas hoy en todo el mundo.
El mito griego de Perseo, por ejemplo, habla de un reino devastado y oprimido por un dragón, hasta ser muerto por el héroe. En los escritos del Zoroastrismo aparece el dragón Zohak, que usurpa el trono terrenal y causa “miseria, hambre, luto y lamentación”, hasta ser muerto por el sacerdote y héroe-guerrero Tharaetona. El redentor Mahdi de los musulmanes y el héroe Beowulf de los escandinavos siempre aparecen matando un dragón. De ese mismo modo, Sigurd, otro legendario héroe de la mitología nórdica, surge invariablemente eliminando un dragón con una lanza certera. También el “Emperador de Jade”, de los taoístas, aparece liquidando un monstruo del mal.
Una grabadura esculpida en un templo del Antiguo Egipto muestra un Rey aniquilando con una lanza un animal parecido con un cocodrilo, significando la victoria contra el caos y el mal. El príncipe persa Bahram Gur aparece en grabaduras aniquilando un dragón con una flechada. Hermes, divinidad de la mitología griega, mata un dragón llamado Typhon. El héroe griego Cadmus, legendario fundador de la ciudad de Tebas, también aparece exterminando un dragón. El dragón aparece igualmente en el libro bíblico del Apocalipsis.
Todas esas representaciones tienen un origen común: la imagen espiritual de una lucha ocurrida hace mucho tiempo entre un enviado de Dios y Lucifer. Ese enviado es el Hijo del Hombre prometido por Jesús.
Según aclara Abdruschin en su obra En la Luz de la Verdad, “las luchas siguientes, que se libran aún en la matera etérea y en la materia física, son apenas repercusiones de esa gran lucha; nos encontramos en medio de ese combate colateral, y también combatiendo, quiera o no.
Estaremos combatiendo del lado correcto si nos esforzamos en vivir de acuerdo con la Voluntad del Creador, que se expresa en leyes inamovibles. Y estaremos luchando del lado errado en caso contrario. Cuidemos, por consiguiente, de conservar siempre límpida nuestra intuición, para que no nos alejemos del lado correcto de la contienda, por negligencia, indolencia o ignorancia, pues no puede haber dudas de cuál será el resultado final de esa lucha paralela entre el bien y el mal.
Roberto C. P. Junior
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