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Cuando vivida en plenitud, el balance de una vida terrena muestra invariablemente un repositorio de ricas experiencias, una recopilación de dolores y alegrías, de sorpresas y decepciones, y de tantas otras fuertes vivencias. Una vida bien aprovechada siempre deja atrás de sí un tesoro abundante de conocimientos y reconocimientos, los cuales, si correctamente asimilados por el espíritu, contribuyen decisivamente para su perfeccionamiento y desarrollo.