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Siguiendo el proceso natural de desarrollo, el espíritu humano simple, que se alegra infantilmente con la vida y busca adaptarse a las leyes de la Creación, pasa fácilmente, sin detención, por encima de los muchos sofismas del raciocinio, los cuales detienen, rodean e impiden la evolución espiritual de los que hicieron del intelecto su ídolo.