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“En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Pero el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. A este le abre el portero, y las ovejas oyen su voz; llama a sus ovejas por nombre y las conduce afuera. Cuando saca todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero a un desconocido no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.” (Jn10:1-5).
Jesús fue la Palabra de la Verdad encarnada. Por eso, todas las personas que aún traían algo de vislumbre de Verdad dentro de sí, una chispa que fuese, experimentaban una resonancia inmediata con la Palabra traída por él, claramente audible en su interior. Y lo seguían, tal como ovejas que siguen confiadas a su pastor.
Con eso, aquel pequeño vislumbre de Verdad que poseían en su interior se fortalecía, al aspirar de la Fuente de la Verdad que hablaba para ellas, así como una llama parpadeante en un pedazo de leña es reavivada por una ráfaga de viento. Fue por eso, también, que Jesús dijo: “Todo el que es de la Verdad escucha mi voz” (Jn18:37). Ya los que no poseen más esa chispa de Verdad en su interior no son más capaces de reconocer la voz del pastor, y fácilmente se dejarán iludir por el ladrón y salteador.
El buen pastor llama sus ovejas por el nombre y las conduce hacia afuera. Los que transponen la puerta para la vida, es decir, los que asimilaron de tal modo la Palabra de Jesús que pasaron a vivir enteramente de acuerdo con ella, son conducidos automáticamente hacia fuera del laberinto en que se hallaban y encontrarán la vida eterna.
Con su palabra Jesús indicó el camino para que sus ovejas alcanzasen la vida eterna. Cuando él dijo que: “el buen pastor da la vida por sus ovejas”, entonces eso significa que este buen pastor está dispuesto hasta dar incluso la vida para que sus ovejas no salgan del camino correcto mostrando a ellas y haciéndolas comprender la profunda seriedad sobre la necesidad de que vivan estrictamente según sus indicaciones, por tanto para que no se desvíen de ninguna manera del camino indicado por la Palabra y así puedan efectivamente encontrar su salvación.
Es este también el sentido de la frase: Nadie tiene amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos” (Jn15:13). La muerte del pastor, por si misma, jamás salvará oveja alguna. Al contrario, si ellas no están bien firmes en el camino a ellas mostrado por el pastor que murió, ahí si es que se perderán de vez, dejándose llevar por los falsos pastores, los ladrones que vienen solamente para robar, matar y destruir. Sobre el real significado de la muerte de Jesús, aclara Abdrushin en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial:
“Jesús murió, pues, por los pecados de la humanidad. Si ésta no hubiera incurrido en culpa, apartándose de Dios mediante la limitación producida por el intelecto, Jesús no hubiera necesitado venir, y se habría evitado Sus sufrimientos y Su crucifixión. Por eso, es muy justo decir que, por nuestros pecados, Jesús vino, padeció y murió en la cruz.
Pero eso no implica que tú no tengas que liberarte a ti mismo de tus propios pecados.
Lo que sucede es que ahora puedes hacerlo fácilmente, puesto que Jesús te ha mostrado el camino mediante la transmisión de la Verdad contenida en Sus palabras.
La crucifixión de Jesús tampoco basta para lavar tus pecados sin más ni más. Para que tal sucediera, primero tendrían que quedar trastornadas todas las leyes del universo. Pero eso no acontecerá. El mismo Jesús se refirió, con bastante frecuencia, a todo lo que “está escrito”, es decir, a lo que siempre ha estado en vigor. El nuevo Evangelio del Amor tampoco pretende trasponer o desechar la antigua Justicia, sino completarla. Permanece, por tanto, supeditado a ella.”
(Conozca las obras literarias publicadas por la Ordem do Graal na Terra. Ingrese a: http://bit.ly/1u52cG0).