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La vida terrena es un viaje muy rápido, casi un soplo. Cuando nos damos cuenta, ya estamos llegando a las últimas estaciones de esa jornada. Entonces, cuidemos de vivir la vida integralmente, intensamente, lo que no significa agotarse en sensaciones o atravesarla disolutamente.
Vivir con intensidad es aprovechar cada momento, absorber con la intuición el aprendizaje ofrecido por las múltiples contingencias que la vida encierra y las vivencias que ella nos ofrece. De ese modo, cuando lleguemos a la última estación y miremos con serenidad por el retrovisor de la existencia, entonces podremos afirmar que no hemos vivido en vano, podremos atestiguar que nuestra pasada por aquí fue útil al ambiente, provechosa a nuestro prójimo y valiosa a nuestro espíritu.