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En su peregrinación por las muchas moradas de la Casa del Padre, o sea, a través de los varios planos de la obra de la Creación, El espíritu humano forma continuamente su destino mediante todo cuanto de él emana. Aquí, en la materia física del planeta Tierra, eso se da por las acciones practicadas, por las palabras proferidas, pensamientos nutridos e intuiciones fortalecidas. Son esos los hilos con que el telar de la Creación teje el tapiz de la vida de cada uno. Si los hilos son buenos, será bello el destino; si son malos, igualmente será el destino que así fue entretejido.
Se trata de un proceso que la criatura humana, como ser espiritual, no puede detener. Estamos siempre deseando algo y dando formas a eso con nuestros pensamientos e intuiciones. Si en vidas anteriores, o incluso en una etapa de la actual, formamos cosas feas, nosotros las encontraremos de nuevo inevitablemente, en la forma de retornos del karma. Incluso si hubiéramos llegado a mejores nociones del funcionamiento de la Justicia Divina y hubiéramos cuidado mejor de todo lo que emitimos en el mundo, también así, eventuales obras malas de épocas pasadas tendrán que ser rescatadas inexorablemente.
Sin embargo, un karma pesado no necesita abatirse con toda su potencialidad sobre su autor. Incluso en una situación de peligro como esa, la criatura humana no está desamparada, no se encuentra indefensa. Igualmente aquí es ella misma la única a determinar su senda. Si ella se esforzó en mejorar en todo, purificó su voluntad intuitiva, sus pensamientos, sus palabras y sus acciones, si buscó ennoblecer todo lo que con ella entró en contacto, entonces también dejó de conceder cualquier anclaje para la efectuación integral de un karma grave.
Como ella mejoró por esfuerzo propio, como ascendió espiritualmente de nivel, también no tiene más en sí la misma especie de retorno de karma malo. No puede ser más alcanzada integralmente por el karma maléfico por el simple hecho de que espiritualmente no se encuentra más en ese escalafón bajo, en aquel mismo nivel de cuando generó ese karma por medio de cualquier actuación errada. Exteriormente, esa situación se presenta como si tal persona estuviese protegida con un escudo invisible contra las adversidades más graves de la vida. Sin embargo, fue ella misma que permitió la formación de un tal escudo con sus esfuerzos sinceros en dirección a la Luz. Fue ella misma que proporcionó nuevos hilos para el telar eterno, que trabaja sin cesar, y que le puede proporcionar ahora un bello tapiz de un renovado camino de vida.
De esa manera, el efecto del karma dañino solo podrá alcanzarla de modo muy debilitado, bastante atenuado, hasta simbólico, con lo que entonces será redimido de la misma forma. Y karma redimido significa culpa expiada, perdón concedido. Otro camino no existe para el perdón de los pecados. La atracción de las afinidades – una de las leyes básicas de la Creación – también coparticipa aquí, cuidando para que en este proceso el efecto retroactivo sea justo hasta en las minucias. Cuanto mejor un ser humano se torne interiormente, menos será él alcanzado por efectos de karmas malos, sea en cantidad como en intensidad. Karmas pesados pueden, pues, ser rescatados de forma atenuada, simbólicamente. Este proceso, denominado “simbolismo”, es una gracia invaluable insertada en las leyes que gobiernan la obra de la Creación. El simbolismo es explicado con riqueza de detalles en la obra En la Luz de la Verdad de Abdrushin, el Mensaje del Grial.
Una vez más se reconoce que todo, realmente todo, está en las manos del propio ser humano. Él siempre posee la prerrogativa de ‘escoger’ lo que desea plantar, pero después tendrá que obligatoriamente que ‘cosechar’ todo lo que sembró. Él decide, él planta y él cosecha.
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