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Ha largos tiempos, en el inicio del desarrollo humano, el arcángel Lucifer fue enviado para amparar la humanidad en sus caminos de evolución espiritual. Sin embargo, él escogió su propio método para eso, un método falso, no deseado por el Creador, basado en tentaciones. Y así él acabó tornándose el “mentiroso y padre de la mentira” (Jo8:44) presentando a los hombres la razón, que debería ser un mero abono para el plantío de las facultades espirituales, como ya siendo el más precioso fruto que les era dado para cultivar en el mundo material.
Para hacerlos olvidar de que se originaron del reino espiritual, en la Luz, el arcángel caído les apuntó la luz de su propio raciocinio. Esa situación es indicada de forma alegórica en el Génesis con la imagen de la serpiente incitando la pareja humana a experimentar el “fruto del árbol del conocimiento” (cf. Gn3:1-6).
Y, de hecho, al probar de ese fruto el ser humano se inebrió. Y juzgó ser poderoso, grande y fuerte, invencible. Nada le parecía imposible con las capacitaciones recién adquiridas de su intelecto. De ese modo, el raciocinio, que debería ser propiamente apenas un instrumento del espíritu, pasó a dirigir el destino de los seres humanos.
Este fue el así llamado pecado original, que acabó desencadenando todos los demás. Tal pecado consistió en elevar el raciocinio, que debería permanecer un mero ejecutor de la voluntad espiritual, a la posición de dirigente reservada al espíritu y a su voz – la intuición (http://on.fb.me/1It3JZy).
La imagen bíblica de eso es la de una pareja humana que sucumbe a los dictámenes de la razón, la cual despierta en ellos un sentimiento de “querer- saber- mejor” que se coloca encima de las disposiciones de su Creador (http://on.fb.me/1guOx8H).
A partir de ahí el raciocinio pasó a dictar la conducta de la raza humana. El pecado había entrado en el mundo. El propio espíritu del ser humano no más conseguía hacerse valer y, en consecuencia, no más se desarrollaba. Al contrario, se atrofiaba más y más en razón de esa inactividad forzada. Su voz, la intuición, se hacía cada vez más baja, hasta transformarse en un susurro, que mal podía ser percibido. Nada más conseguía suplantar la fuerza creciente del raciocinio, colocado en un trono de soberano que no le pertenecía.
Si cuando probó del árbol del conocimiento la humanidad hubiera al mismo tiempo regado el jardín de sus aptitudes espirituales, como de ella era esperado, tendríamos hoy un Paraíso en la Tierra. Como eso no aconteció, tenemos que sobrevivir en un mundo dilacerado por el odio, mancillado por la codicia, envenenado por la envidia e hundido en la miseria. Es el mundo que el intelecto tiene a ofrecer cuando está desasociado del espíritu, el cual, únicamente, es capaz de hacer del ser humano un ser… humano.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”. Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)