Reading time: 1 minute
Al largo de centenas de millares de años, nuestro cerebro anterior creció desmesuradamente, ocupando casi toda la caja craniana. Mientras el cerebro del raciocinio crecía, el cerebelo encogía, a punto que hoy representa no más que 10% del volumen total del encéfalo.
Ambos cerebros, sin embargo, no deberían tener volúmenes tan dispares, en obediencia a la ley del equilibrio. El cerebelo ni sería un “cerebelo” propiamente, más apenas el cerebro posterior, o sea, el que se localiza en la parte posterior del cráneo, y con un volumen equivalente al del cerebro anterior.
Apenas en el ser humano el cerebelo es muchas veces menor que el cerebro anterior. En los animales, en particular en los mamíferos, vemos que la diferencia de volumen entre cerebro y cerebelo es mucho menos acentuada. En ellos, el cerebelo es el puente para el alma, que se fortalece cada vez más por medio de experiencias cogidas en la vida terrena.
En los seres humanos, no obstante, la función del cerebelo es constituir el puente para el espíritu, permitiendo la transmisión de la voluntad espiritual en la materia visible. Un puente, infelizmente completamente atrofiado, casi infranqueable, intransitable.
La culpa por el actual estado de enajenamiento en relación a las cosas espirituales es realmente nuestra, y ya viene desde milenios.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”. Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)