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Es necesario cuidado para no destruir, por ignorancia o descuido, una buena idea en su origen. Una sola palabra áspera, una mirada displicente de reprobación, ya pueden liquidarla, incluso antes de poder desarrollarse plenamente. Por otro lado, una simple y sincera palabra de aliento, una sencilla sonrisa de incentivo, pueden estimularla a perfeccionarse cada vez más, con un brillo cada vez más grande, y, por fin, irrumpir prodigiosamente en el mundo, difundiendo bendiciones luminosas por toda parte.