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En lugar alguno de la Creación el ser humano puede ocultarse de la Justicia Divina. Para esta no existe escondite. La Justicia perfecta siempre llegará hasta la criatura humana, más temprano o más tarde. Aunque ella tuviera las “alas de la aurora”, la mano del Señor la alcanzaría: “Señor, Tú me examinas y me conoces. ¿Para donde iré, lejos de Tu Espíritu? ¿Para donde huiré de Tu presencia? Si subo al cielo, allá estas, si bajo al abismo, ahí Te encuentro. Si utilizo las alas de la aurora para vivir en los confines del mar, también allá Tu mano me guía” (SI 139:1,7-10).
La expresión “alas del aurora” es primorosa para indicar la infalible actuación de la Justicia Divina. Siempre es aurora en algún lugar de la Tierra, de modo que si una persona tuviera las alas de la aurora podría estar en un local diferente a cada momento. Sin embargo, aunque eso fuera posible, la mano justa del Señor la alcanzaría, pues Su perfecta Justicia no es delimitada por el espacio y por el tiempo (http://bit.ly/1T9ZesI).