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Nota Introductoria
En este ensayo, todos los trechos en destaque fueron extraídos de la obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial de Abdruschin. Los trechos retirados del Mensaje no tienen la finalidad de ilustrar el texto, sino que pasa lo contrario: ellos fueron colectados y organizados con el fin de evidenciar que el presente ensayo se encuentra en conformidad con las enseñanzas contenidas en la obra de Abdruschin.
Siempre que la palabra “conferencia” es mencionada, el autor está refiriéndose al Mensaje del Grial. Al final de los trechos destacados aparece el respectivo título de la conferencia entre paréntesis.
En la conferencia “Despertad” aparece por primera vez una aclamación referente al hogar de los pensamientos:
“¡Conservad puro el hogar de vuestros pensamientos, así estableceréis la paz y seréis felices!”
Esa exhortación aparece de modo recurrente en el Mensaje del Grial, cinco veces para ser más preciso, lo que muestra la importancia de que se reviste este concepto para el espíritu humano en la Tierra y la humanidad en general.
El hogar a que Abdruschin se refiere no es el punto hacia el cual enfocamos nuestros pensamientos, para el cual lo direccionamos, quiera que se trate de personas, objetos o ideas abstractas. No. El hogar concierne a nuestro corazón, nuestro núcleo más profundo, nuestra voluntad más íntima, la cual concurre para la formación y la limpieza de los pensamientos.
El hogar es donde los pensamientos son moldeados, modelados, fabricados, el punto central que les da origen. Y este hogar o fulcro es la voluntad intuitiva de nuestro espíritu, de nuestro “yo”. Si esa voluntad es mantenida siempre pura, los pensamientos oriundos de ella también lo serán, como consecuencia lógica y natural Si no es así, los pensamientos resultantes de ahí serán impuros.
Un pensamiento impuro no necesita ser necesariamente muy bajo y tenebroso, como son, por ejemplo, los resultantes de sentimientos de odio, de codicia o de envidia. Un pensamiento persistente de inconformismo o de rebeldía, por ejemplo, ya no puede ser llamado de puro. Pensamientos continuos de rechazo a cualquier actitud de nuestro semejante también no son puros. Aunque esos pensamientos no generen las horrendas formas de odio, celos y cosas semejantes, ellos son, realmente, impuros, y oprimen no solamente la persona por ellos implicada como también a su generador.
Luego en el inicio de la primera conferencia del Mensaje del Grial – “Que buscáis” – Abdruschin dice:
“Lo que cansa el espíritu nunca es correcto. ¡Esos pensamientos cansan fuertemente el espíritu!”
A lo largo de su obra, Abdruschin insiste en la necesidad de que conservemos puro ese hogar modelador de los pensamientos. La llave para la liberación de todos los dolores, así como la base para una permanente ascensión espiritual está anclada en esta frase simple:
“¡Conservad puro el hogar de vuestros pensamientos, así estableceréis la paz y seréis felices!”.
Poco antes de que esa frase surgiera por primera vez en el Mensaje del Grial, ya trasparecía la explicación de lo que es propiamente el “hogar de los pensamientos”, en esa misma conferencia “Despertad”:
“Por consiguiente, el primer paso en todo habéis de darlo vosotros mismos. No es difícil, pero depende de cómo sea la volición que se manifieste en vuestros pensamientos”.
Esta volición que se manifiesta a través de los pensamientos es la voluntad interior, intuitiva, el hogar generador de los pensamientos. Quien no conserva límpida esa voluntad intuitiva, su corazón, da oportunidad a pensamientos malos, impuros, incluso involuntariamente. Esos pensamientos roban la paz de alma e impiden la ascensión espiritual. De nada sirve si en tal situación la persona reconoce que no debe tener malos pensamientos y se esfuerza, con todo el empeño de su raciocinio, en conseguir esa pureza que falta en los pensamientos que emite y bajo los cuales vive. Es una lucha en vano, porque el hogar de sus pensamientos no fue mantenido puro. La fuerza del intelecto no puede conservar puro el hogar de los pensamientos, sino al contrario. El predominio del intelecto con relación a la intuición espiritual hace que los pensamientos generados estén muy lejos de cualquier vislumbre de pureza.
Vamos a profundizarnos en este punto, porque toda la desgracia humana se originó a partir de ahí.
El predominio del intelecto es realmente muy peligroso de lo que puede parecer a primera vista. El intelecto oblitera la visión espiritual, bloquea la voz de la intuición, oscurece el libre albedrío, debilita la confianza en el Creador, lleva la criatura humana a tomar decisiones erradas y no la deja reconocer una determinada situación en su real amplitud y gravedad.
“¡No conocéis, oh hombres, el peligro en que os halláis! Y cuando os veáis obligados a reconocerlo, será demasiado tarde para muchos, pues ya no tendrán fuerza para sacudirse ese letargo que tan atroces daños ha causado.
Por eso, al considerar las desgracias que asolan a la humanidad, siempre tengo que recurrir a sus causas primeras: la dominación del intelecto y la pereza espiritual que ello trae consigo como consecuencia inmediata.”
(Los que Creen por Costumbre)
Sin darse cuenta del peligro que corre, la persona que se somete a los dictámenes de su intelecto acaba por hundirse espiritualmente, también sin darse cuenta, porque su comprensión se restringe en igual medida. Ella continúa con la más plena convicción de estar absolutamente correcta en sus juicios, sin percibir la restricción cada vez más acentuada de su pensar.
“Resulta fácilmente comprensible que la actividad del cerebro implique también la pretensión de saberlo todo mejor, el obstinado aferramiento a todo lo que esa actividad considera como justo; pues el hombre ya ha “pensado” todo lo que era capaz de pensar. Ha llegado mentalmente al máximo de su propio límite.
El hombre no puede saber que ese límite es de orden inferior, dado lo atado que está el cerebro a la Tierra, y que, por lo mismo, le es imposible seguir adelante mediante el intelecto, de aquí que siempre piense y afirme haber alcanzado lo justo al llegar a su límite. Si alguna vez oye hablar de otra cosa, pondrá cada vez más alto lo que él ha pensado, y seguirá considerándolo como justo. Es esta una peculiaridad de todo intelecto y, por consiguiente, de todo hombre intelectual.”
(El Instrumento Deformado)
“La culpa es únicamente del propio ser humano, y estriba en haber dado supremacía al intelecto, haciéndose, así, su esclavo poco a poco; es decir, atándose a la Tierra. De ese modo, se perdió, para él, el verdadero fin de la existencia terrenal: la posibilidad de adquirir el conocimiento espiritual y de alcanzar la maduración del espíritu.
Sencillamente: ya no puede concebirlo, porque los canales que debían desembocar en él están obstruidos. Dentro del cuerpo físico, el espíritu se halla como en un saco cerrado por arriba mediante el intelecto, de manera que no puede ni ver, ni oír nada, por lo que todo camino hacia él está tan cerrado como el que parte de él.”
(Los que Creen por Costumbre)
Este saco en que el espíritu está encerrado por arriba lo impide de establecer ligazón con la patria espiritual y de desarrollarse rumbo a la perfección. También impide, como consecuencia natural, el reconocimiento del Creador y de Sus Leyes perfectas. Él, el intelecto, cuida para que todo permanezca exactamente como está, haciendo uso de todas las armas a su alcance.
“Y por esa vuestra falta, hacéis imposible que el espíritu pueda tener soltura en vosotros, para, poco a poco, ir desarrollándose y mantener la unión con la especie que le es propia: con el plano espiritual en el rayo de Luz de la gracia divina.
La dominación del intelecto no lo permitirá jamás; pues eso significaría el fin de su gloria artificialmente creada, la cual se derretiría muy pronto como un muñeco de nieve bajo los rayos del Sol. Sería destronado infaliblemente y se vería obligado a servir de nuevo, en lugar de echárselas de señor.
De ahí esa encarnizada resistencia que no vacila en cometer crímenes cuando su prestigio está amenazado de algún modo.”
(Las Esferas Espirituales Originarias IV)
Los “crímenes” que son mencionados ahí deben ser entendidos en un sentido amplio. Abarcan no solamente crímenes propiamente, cometidos contra los anunciadores y profetas de los tiempos antiguos, más también los crímenes morales del tiempo presente, en que se lanza lodo sobre la reputación de alguien. Del punto de vista de las leyes naturales, la difamación no discrepa del crimen físico.
En esta conferencia “Las Esferas Espirituales Originarias IV”, Abdruschin compara el intelecto a un animal que es cuidado con toda la atención y que, cuando crece, acaba por tornarse una fiera indomable, embistiendo contra el mismo tratador.
Todos nosotros, sin excepción, somos hoy esos tratadores, y por eso corremos un inmenso riesgo, que ni siquiera podemos evaluar, al tener que lidiar cotidianamente con el animal-fiera que vive dentro de nosotros, que creció desmesuradamente, robusteciéndose siempre con nuevos cuidados diligentes.
“En ningún sitio está a salvo de él, en todas partes acecha como un peligro, siempre presto a echar sus garras de acero o a dar sus mortales dentelladas allí donde aparece un ser humano que no está dispuesto a someterse a él de buen grado.
Ese es el panorama que se presenta, hoy día, en la Tierra. El animal que, en un principio, fue objeto de solícitos cuidados, ha adquirido una fuerza titánica, y ningún ser humano es capaz de obligarle a que preste nuevamente útiles servicios. Y así, va sembrando la funesta desolación en que ya os encontráis vosotros parcialmente y que irá extendiéndose más y más, porque sois incapaces de refrenar al animal.
(…)
A eso se debe también que, hoy, no podáis pensar de otra forma y que todo lo que oís, todo lo que se os anuncia, lo comprimáis en las formas terrenales que os son tan conocidas, dando surgimiento en vosotros a ideas que no coinciden con la realidad ni en lo más remoto; pues la bestia que vosotros habéis cuidado y criado sin conseguir dominarla, se alza sobre vosotros y os subyuga.
(Las Esferas Espirituales Originarias IV)
“En ningún sitio está a salvo de él, en todas partes acecha como un peligro…” Somos incapaces de dominar tal animal… Incluso hoy en día no podemos pensar diferente… Todo lo que oímos y nos es anunciado lo comprimimos en las formas terrenas…
Estas frases muestran que, en la época presente, todo está sometido irrestrictamente al dominio del intelecto. Estas frases indican el inmenso peligro a que todos nosotros, sin excepción, estamos expuestos. Incluso para quien conoce como se efectúa el actual proceso de depuración mundial – el Juicio Final – el peligro permanece. En ese proceso, todo lo que aún duerme en el alma humana, y del cual el respectivo espíritu tal vez ni siquiera tenga conocimiento, es despertado y fortalecido, sean cosas buenas o malas, virtudes o defectos. Todo gana vida y viene a la superficie.
Ocurre que, cuando una falla surge y se evidencia de alguna forma, el intelecto trata luego de menospreciarla, de atenuarla, ofreciendo múltiples argumentos tranquilizadores. Una pequeña manifestación de vanidad, una puntita de envidia que surge, una mínima codicia que aflora, es prontamente presentada por el raciocinio al encerrado e indolente espíritu como algo sin ninguna importancia. Al paso que, si el espíritu estuviese firme en el comando de toda la existencia, esas exteriorizaciones de cosas malas serían rápidamente percibidas como tales por la intuición, hasta de modo muy doloroso, lo que llevaría a la persona a querer verse libre de ellas lo más rápido posible, esforzándose en eso con todo su empeño. Por eso, sirva de advertencia a todos nosotros que sentimientos malos percibidos en nuestro interior, aunque no aparenten tener mayor relevancia, deben ser combatidos sin tregua, para que podamos estar nuevamente con nuestra alma – la vestimenta del espíritu – completamente limpia.
Eso habla al respecto del interior de cada uno, pero también solo basta mirar alrededor para reconocer, en las grandes y pequeñas devastaciones, los demás frutos del predominio del intelecto. Si el animal-intelecto hubiese sido entrenado para una actividad útil aquí en la materia, el mundo sería completamente diferente.
“Esa fuerza que el animal emplea en la desolación, debería haber sido utilizada provechosamente, bajo la juiciosa dirección de vuestro espíritu, embelleciendo y encumbrando a vuestro ambiente y a vosotros mismos, para paz y alegría de todos.
En lugar de esas devastaciones, ante vosotros se extenderían frondosos jardines que invitarían a los hombres de paz a ejercer una bienaventurada actividad creadora llena de gratitud.”
(Las Esferas Espirituales Originarias IV)
En el futuro, después de la gran depuración que actualmente está vigente, cuando ese animal-intelecto haya sido domado a la fuerza, la paz y la alegría de todos será garantida por el modo de actuar de cada criatura subsistente con relación a su semejante, siempre constructivo y beneficiador.
Sin embargo, hasta que lleguemos a ese punto, en que el intelecto solo pueda actuar de manera útil, tendremos que experimentar la amarga reciprocidad de todo lo que ya permitimos que, a través de él, pudiese surgir y fuese sembrado en nuestra actual vida y también en las anteriores.
“Pero antes, es preciso que experimentéis personalmente cuantos desastres habéis provocado. Es preciso que veáis y sufráis las graves consecuencias que traen consigo y que vendrán después, para que, así, quedéis completamente curados de esas falsas acciones y tendencias, y, en el futuro, no pueda volver a surgir en vosotros el deseo de ellas.”
(Las Esferas Espirituales Originarias IV)
Por eso, debemos tener siempre en cuenta que hoy todo es efecto retroactivo. No existen injusticias de ninguna especie. No hay, por ejemplo, ninguna razón para guardar resentimientos de cualquier tipo, ya que también en este caso estamos probablemente cosechando lo que nosotros mismos plantamos anteriormente. Resentimientos y heridas interiores son cultivados por quien se ve como víctima inocente de alguna injusticia, y eso, en casi la totalidad de los casos, simplemente no existe en nuestro tiempo, que es de la cosecha incondicional de lo que fue previamente sembrado.
Siempre cosechamos lo que plantamos, tarde o temprano. La siembra puede hasta haber ocurrido en una vida anterior, pero la cosecha de lo que fue sembrado siempre nos alcanzará. Y ella es compulsoria. La forma exterior de cómo se efectúa ese rescate es lo que menos importa. Importante es reconocer que, si somos alcanzados en los días actuales por algo especialmente desagradable y doloroso, entonces es porque sembramos antes algo igualmente malo, de la mismísima especie. Probablemente también hicimos a otras personas sufrir, sea por incomprensión, desconsideración, orgullo herido, egoísmo, o cualquier otra cosa. Sembramos e cosechamos. Siempre y siempre. No hay una hipótesis de cosecha sin una siembra anterior de la misma especie, ni tampoco de una siembra sin la inevitable zafra compulsoria futura.
El actual proceso de purificación universal acelera todo al máximo, incluso dentro de la criatura humana, sean virtudes o defectos, para que ella pueda reconocer ambos aún a tiempo y librarse rápidamente de los últimos de una vez por todas.
Pero, si la persona sometida por entero al intelecto no despierta a tiempo, si no reconoce los golpes de la reciprocidad que la alcanzan como justos y, sobre todo, como graves alertas para que estanque en el peligroso camino que está siguiendo, y vuelva a seguir por la senda de la ascensión espiritual, entonces ella proseguirá ciegamente en su caída vertiginosa, sin darse cuenta de eso, viendo solamente defectos y errores en todo y en todos, sin darse cuenta de su real situación.
El individuo que está subyugado por su intelecto, inclusive esforzándose en cultivar algo de buena voluntad, pasa por la vida usando gafas con lentes rosadas con relación a sus actos y un microscopio de precisión para ver los actos ajenos.
El lector siempre deje que hable su corazón cuando pretenda formar algún juicio sobre el comportamiento de su semejante. El corazón siente claramente lo que se encuentra en el interior de su prójimo, percibiendo su índole verdadera, al paso que las ponderaciones del intelecto se limitan meramente a lo que los sentidos corpóreos consiguen registrar, e incluso eso aún es comprimido y deformado, no dejando nunca reflejar la realidad.
De hecho, quien se deja engañar por las apariencias exteriores es solamente el raciocinio humano, el intelecto. Y, por regla general, aún suele encantarse con las máscaras y disimulaciones a él presentadas, con la ayuda siempre disponible de su dilecta hija: la fantasía.
Las ponderaciones intelectivas solo consiguen formar poco a poco una imagen del interlocutor, y con base únicamente en lo que este trata de aparentar. Normalmente, tal imagen está muy lejos de la realidad. Es oscura y borrada.
La intuición espiritual, al contrario, nunca se engaña, reconociendo de inmediato la verdadera índole del otro. La intuición asimila instantáneamente la verdadera voluntad interior del individuo en frente a nosotros y evalúa con claridad y exención. La imagen que de él surge es nítida, clara real y sin retoques. Por eso, la primera impresión en cualquier encuentro es siempre la correcta, desde que sea de hecho la intuición quien habla, y no el sentimiento generado por los pensamientos.
Por tanto, nadie está exento de los peligros provocados por el omnipresente reinado del intelecto; no, absolutamente nadie está inmune a esas amenazas. Es él, el intelecto calculador, que nos envuelve cuidadosamente con un vistoso manto de argumentos convincentes, queriendo hacernos creer que justamente un determinado posicionamiento que asumimos (que sin su influencia tendríamos que reconocer como errado) es perfectamente justo y justificable. El intelecto nos convence fácilmente de que la posible falla de conducta insertada en aquella situación no se aplica a nosotros precisamente.
A lo largo del Mensaje del Grial, somos advertidos de diversas formas sobre los peligros de las insidiosas ponderaciones y argumentos de nuestro intelecto:
“Llamará la atención de los seres humanos, que, con frecuencia, yo tache de fatal a la ilimitada dominación del intelecto y a la gran pereza de espíritu; pero es necesario, porque ambos procesos van unidos inseparablemente y deben de ser considerados como el punto de partida de numerosos males, e incluso como el verdadero origen de las hostilidades contra la Luz, de la regresión y de la caída de los espíritus evolucionados.
Hostiles a la Luz, porque se oponen al conocimiento de todos los acontecimientos y ayudas procedentes de la Luz, ya que el intelecto atado a lo terrenal, lo primero que hace, al erigirse en soberano, es romper retroactivamente la ligazón que posibilita el conocimiento de la Luz, por lo que el espíritu, rodeado de la envoltura física en que espera llegar a su evolución, queda encadenado por esa envoltura que debía estar a su servicio.”
(Los que Creen por Costumbre)
Incluso con advertencias tan claras e incisivas, esas palabras son leídas muchas veces por los conocedores del Mensaje del Grial como si no les concerniesen. Entendemos la exhortación, juzgamos comprender perfectamente la gravedad de la situación, tal vez hasta nos recordemos de alguien que se encaje adecuadamente en las palabras que fueron leídas… menos en nosotros mismos.
Y aunque cuando busquemos reflexionar más profundamente sobre eso, entonces juzgamos ya haber domado nuestra fiera intelectiva interior mediante nuestra gran voluntad, pasando a seguir estrictamente las directrices de la intuición espiritual. No obstante, esa “certeza” nos es dada en gran parte de las veces justamente por el intelecto, que nos quiere hacer creer que ya estamos siguiendo el camino recto y verdadero, cuando en realidad, quien está por detrás todo el tiempo, en el comando de todo como siempre, es solo él mismo: el intelecto súper-cultivado, el tirano tan sagaz, el déspota engendrado por nuestro cerebro hipertrofiado, que actúa siempre según su especie.
Y atrás del propio intelecto, maniobrándolo a su voluntad, usándolo como instrumento de sus intereses, están las fuerzas tenebrosas, que no quieren que el ser humano despierte de su sueño espiritual y tome el camino de la ascensión del espíritu.
“En todos estos detalles aparentemente tan insignificantes podrían reconocerse cosas de suma importancia, si el intelecto concediese tiempo para ello. Pero él es el que ahora posee la supremacía, y por conservarla, lucha con toda astucia y perfidia. Mejor dicho, no es él quien realmente lucha, sino lo que se oculta tras él, convirtiéndolo en su instrumento: ¡las tinieblas!”
(Candor Infantil)
Es necesario un esfuerzo espiritual intenso y, sobre todo, permanente, para que podamos oír, en muchas situaciones en que nos vemos envueltos, la real directriz dada por nuestra intuición, la cual siempre elegirá el camino recto hacia arriba, el camino de la ascensión espiritual y del bien de todo y de todos, en un sentido amplio. La intuición, cuando libre, actúa así de manera natural, sin inculcar en el espíritu cualquier sentimiento de vanidad o prepotencia. La vigilancia espiritual, que posibilita oír la voz de la intuición y rechazar las ponderaciones del intelecto en asuntos que no le conciernen, tiene que ser constante, tiene que ser exigente e intransigente, tiene que hacerse presente en el día a día, a cada hora, a cada minuto.
Vanidad, prepotencia, arrogancia espiritual, así como la sensación de ser un repositorio de virtudes y de estar siguiendo, como único, el camino verdadero, son ilusiones ofrecidas por el intelecto exclusivamente. Ya decía el escritor inglés Bertrand Russel (1872–1970): “Todo hombre, donde quiera que vaya, es envuelto por una nube de convicciones reconfortantes que se mueve con él como moscas en un día de verano.”
La intuición, como voz interior, ve la realidad de los hechos y nos advierte claramente si estamos actuando de manera errada, mientras que el intelecto hace lo inverso de eso cuando consultado sobre cosas que no le conciernen, o sea, en asuntos de cuño espiritual. En verdad, él solo puede dar indicaciones sobre aquello de que él mismo es constituido, lo que siempre estará limitado a las cosas terrenas, materiales. Él simplemente no puede actuar de otra forma.
“La dominación del intelecto excluye totalmente al espíritu de toda oportunidad de emprender la necesaria evolución. Bien considerado, eso no sucede por malevolencia del intelecto, sino que es un efecto absolutamente natural.
El intelecto no hace sino actuar conforme a su género, ese género que no puede menos de desarrollar hacia el florecimiento y hasta alcanzar el máximo de fuerza cuando es cultivado exclusivamente y se le emplea donde no procede, subordinando a él, sin reservas, toda la existencia terrenal.”
(Los que Creen por Costumbre)
Muchas veces lo que juzgamos ser nuestra “voz interior” no pasa de sentimiento, el cual también es provocado en última instancia por el intelecto. Eso acontece porque la intuición casi no consigue más hacerse valer, dado que el espíritu está demasiado debilitado, habiendo dejado atrofiar sus alas espirituales por la inactividad milenaria. Ahora, él tiene que esforzarse de nuevo vigorosamente, necesita mover nuevamente sus endurecidas alas espirituales, para poder finalmente reiniciar su abandonado vuelo a las alturas. Solo así, con ese movimiento, sus alas se robustecerán, solo así su voz, la intuición, se tornará de nuevo fuerte y clara, bien nítida, a punto de no más poder ser confundida con el sentimiento.
También es el predominio del intelecto la fuente primaria del orgullo, el cual impide, o por lo menos dificulta mucho, nuestro cambio de opinión delante de circunstancias que las invalidan. Preferimos casi siempre aferrarnos a nuestras convicciones, con los ojos y los oídos tapados, en vez de, con el corazón abierto, verificar si una o más concepciones diferentes de la nuestra no estarían más próximas de la verdad. La convicción, cualquiera que sea, debe ser vista como un diamante bruto, que, a pesar de su belleza y solidez, puede y debe ser continuamente pulido por nuevos reconocimientos, y no permanecer inmóvil e intocada, como si ya hubiera surgido lista y acabada. El pulimiento no destruye el diamante bruto (la convicción básica), pero si lo torna aún más bello y reluciente.
Abdruschin nos da un ejemplo sobre esa dificultad patente de cambiar de opinión en este trecho de la conferencia “Espiritismo”, al discurrir sobre la actitud de ciertos adeptos de esa doctrina:
“Entre millones de ellos, sólo muy pocos permiten que se les diga la verdad; la mayoría están como circundados de una gigantesca aureola de pequeños errores, que les impide encontrar el camino que conduce a la Verdad escueta. ¿Dónde está la falta? ¿En el más allá, acaso? ¡No! ¿Tal vez en los médiums?
¡Tampoco! ¡Solamente en el propio individuo! No es lo suficiente severo y exigente para consigo mismo, no quiere revocar ideas preconcebidas, ni está dispuesto a destruir la imagen del más allá creada por sí mismo, la cual ha suscitado en su fantasía, durante largo espacio de tiempo, una santa inquietud y un cierto bienestar.
Y ¡ay de quien ose tocarlo! Cada uno de sus seguidores tiene ya preparada la piedra que ha de arrojar.
Aferrado convulsivamente a sus opiniones, tachará a los seres del más allá de espíritus embusteros y fastidiosos, y echará en cara a los médiums su mediocridad, antes que entregarse tranquilamente a un autoexamen para determinar si sus propios conceptos son falsos o no.”
El orgullo impide frecuentemente el natural cambio de opiniones y conceptos, impulsando al individuo a encadenarse aún más firmemente a ellos. Y si esa terquedad ya es particularmente dañina para quien aún procura reconocer sus propios errores y fallas, ella se torna una verdadera tragedia para los que están en busca de la Verdad, o por lo menos dicen estar:
“Más de la mitad de los que buscan no son sinceros. Traen su propia opinión preconcebida y antes de cambiar algo de ella, por poco que sea, prefieren desechar todo lo que les es nuevo, aun cuando la misma Verdad se encuentre allí incluida.
Por tal motivo tendrán que sucumbir muchos miles de ellos, ya que el enredo de sus erróneas convicciones entorpece la libertad de movimiento que les es necesaria para poder salvarse mediante un impetuoso salto hacia arriba.”
(Errores)
“¡Tratad de una vez de conocer perfectamente el mecanismo! Entonces, podréis y deberéis emplearlo para vuestra felicidad.
(…)
Pero ahí es, precisamente, donde vosotros os encontráis como ante un muro, apáticos, indiferentes, con una obstinación francamente inexplicable.
¡Precisamente ahí donde, al fin y al cabo, está en juego vuestra vida, vuestra existencia entera!”
(Siervos de Dios)
Esa terquedad injustificable es una clara señal de estrechez de comprensión, consecuencia también del pecado hereditario, que al promover la hipertrofia del cerebro anterior conllevó al mismo tiempo la atrofia del cerebro posterior, el puente del espíritu para la materia. Con ese puente damnificado, o incluso destruido, para muchos se hizo imposible el reconocimiento de la Verdad y de los auxilios a disposición de quien se mueve de manera correcta dentro de la Creación.
“Pero ya es sabido que la terquedad no es precisamente más que uno de los signos más irrefutables de la verdadera necedad y cortedad de entendimiento.”
(Clases de Clarividencia)
“Hele ahí ahora, por fin, acabado, sin fuerzas, agotado por la continua fustigación de los poderes que él no ha reconocido aún, a cuyas ayudas se cerró obstinadamente en la pueril pretensión de saber y poder hacer todo mejor, lo que revela la tozudez de su proceder, consecuencia de ese cerebro que él mismo mutiló violentamente.”
(El Conocimiento de Dios)
El Hijo del Hombre prometido por Jesús, cuya venida fue prevista en tantas profecías, auxiliará solamente a aquel que se esfuerce sinceramente en librarse de esa terquedad tan perjudicial, que se evidencia como uno de las más perniciosas propensiones en la época presente:
“¡El Hijo del Hombre acogerá solamente a aquellos que Le rueguen concederles la fuerza para cobrar ánimo finalmente y conseguir una enmienda duradera, a aquellos que se esfuercen con humildad en liberarse de toda su obstinación todavía presente y que acojan con alegría la Palabra de la Verdad procedente de la Luz, reconociendo en Ella la redención!”
(Unas Palabras Necesarias)
Nuestras opiniones son, por regla general, tan perennemente inmutables, que ni siquiera nos permitimos colocarnos efectivamente en el lugar del otro, para verificar si, por acaso, nuestra concepción en un cierto asunto no estaría incorrecta, o por lo menos no tan correcta.
Si en determinadas situaciones de opiniones divergentes u opuestas hiciéramos ese ejercicio con total honestidad, sin precondiciones, sin querer siempre saberlo todo mejor, podríamos adquirir una visión mucho más abarcadora de la realidad; tendríamos más elementos de análisis, lo que podría hasta ayudarnos a modificar o remodelar una u otra concepción, por lo menos en cierto grado. Y aunque ellas permaneciesen las mismas, tendríamos indubitablemente una visión más flexible con relación a nuestro semejante de opinión diversa, una comprensión más grande por su posicionamiento distinto del nuestro y, principalmente, estaríamos resguardados del brotar de pensamientos e intuiciones negativas con relación a aquella determinada persona; lo que, en el fondo, es más concerniente a nosotros mismos que a esa determinada persona.
Seguramente, uno de los más grandes sufrimientos totalmente evitables que el ser humano impone a sí mismo son dolores y aflicciones provenientes de pensamientos. Sufrimientos plenamente evitables, sí, porque bastaría la voluntad firme de un espíritu libre para impedir que se instalasen y se desarrollasen dentro de nosotros.
“Alejad de vosotros todos los tormentos surgidos de vuestros pensamientos y confiad en vuestro espíritu; pues, a menos que vosotros mismos levantéis ante él una muralla, el espíritu sabrá abrirse camino por la senda justa.”
(El Primer Paso)
No es difícil percibir cuando estamos dando guarida a malos pensamientos, pues la paz interior desaparece inmediatamente, la alegría se desvanece como el agua entre los dedos y nos quedamos zambullidos en preocupaciones y dudas. No necesitamos ni debemos preocuparnos con cosas que no podemos o no pretendemos resolver. No debemos preocuparnos con ellas, pues eso solo hace generar inquietudes y aflicciones. Si no nos alejamos luego, para una gran distancia, esas aflicciones, entonces los malos pensamientos crearán raíces dentro de nosotros, brotarán con toda fuerza y nos darán los frutos correspondientes.
El filósofo griego Epicteto, que vivió en el inicio de la era cristiana (55–135), creía que el camino para la felicidad consistía en parar de preocuparse con lo que está más allá de nuestra voluntad, de nuestra capacidad. Y si había alguien en aquella época con motivos para preocuparse era él mismo, que pasó gran parte de su vida en condición de esclavo de un cruel secretario, del no menos cruel emperador romano Nerón. No obstante, a su difícil situación, Epicteto dedicó la vida en búsqueda de respuesta a dos preguntas que le parecían básicas: “¿Cómo vivir una vida plena y feliz? ¿Cómo ser una persona con buenas virtudes morales?” Y acabó llegando a la conclusión de que una vida feliz y una vida virtuosa eran, en verdad, sinónimos; que la felicidad y la realización personal eran consecuencias naturales de actitudes correctas.
De hecho, es siempre la misma criatura humana que aleja de sí todo vislumbre de alegría y cualquier resquicio de felicidad. Una situación que, vista desde el alto, muestra en la mejor de las hipótesis un espíritu inmaduro, incapaz de aprovechar las muchas dádivas colocadas a su disposición. Un espíritu que, con su modo de ser, demuestra alimentar dudas con relación a la Justicia del Todopoderoso, y que, por tanto, no consigue más expresar a Él, con el alma llena de alegría y felicidad, la más pura gratitud por la dádiva de poder existir.
“Ser feliz en el sentido más verdadero es, en verdad, la mayor muestra de agradecimiento que podéis dar a Dios.”
(El Ciclo de las Irradiaciones)
El lector que ya se convenció de la importancia de vivir según los preceptos del Mensaje del Grial, esforzándose en eso con sinceridad, debe hacer una pregunta a sí mismo y responderla con toda sinceridad: “¿Soy feliz en el más verdadero sentido?”
Con toda sinceridad… La palabra “sinceridad” viene del latín sine cera, o sea, “sin cera”, porque la cera era usada antaño en la fabricación de máscaras para bailes de fantasía y otras festividades. Así, una persona “sine cera” era alguien sin máscara. Debo entonces hacer esa pregunta a mí mismo despojado de cualquier máscara que mi fantasía procure crear.
Si mi respuesta es negativa, entonces es porque aún no traigo dentro de mí la legítima gratitud para con mi Creador, porque felicidad y alegría son el modo como la legítima gratitud se manifiesta espontáneamente. Y si no traigo en el corazón esa profunda y permanente gratitud, entonces es porque aún no reconocí como debería el funcionamiento de las leyes que gobiernan la obra de la Creación, y también no inserté toda mi manera de ser y actuar dentro de ellas. Y si así no lo hice, es porque mi esfuerzo espiritual quedó más acá de lo necesario y no fue capaz de sobrepujar los dictámenes de mi intelecto. Seguramente, no busqué estudiar el Mensaje del Grial con la seriedad y esfuerzo de profundización que él requiere. Por tanto, fui indolente espiritualmente, a pesar de que mi intelecto siempre trata de convencerme de lo contrario. Este es el diagnóstico verdadero.
“El estudio de mis conferencias exige, desde un principio, un esfuerzo personal, una poderosa concentración de todos los sentidos, y, por tanto, una viveza espiritual y una vigilancia absoluta. Sólo entonces se conseguirá profundizar en mis palabras y comprenderlas realmente.
¡Y eso es lo que se pretende! Repudio toda pereza espiritual.”
(¿Puede ser la Vejez un Obstáculo para la Elevación Espiritual?)
Estudios de la psicología experimental demuestran que cuanto más una persona se esfuerza en librarse de un sentimiento doloroso, causador de pensamientos incómodos, tanto más ese sentimiento se muestra presente. Eso acontece porque, por regla general, el individuo trata de libertarse de sus propios malos pensamientos solo con esfuerzo mental, por tanto, con el intelecto. Mientras más él piensa: “Tengo que librarme de este pensamiento!”, más el dicho pensamiento se robustece, porque él está justamente dando una atención toda especial a aquel pensamiento específico, que fatalmente atraerá otros de igual especie, y tal vez hasta acabe conectándose a una central de pensamientos análogos, haciendo con que el autor de ellos se enrede cada vez más.
Esa situación es especialmente acentuada cuando la respectiva persona se siente víctima de alguna injusticia. Incluso cuando ella trata cambiar la sintonía de su voluntad interior, puesto que pensamientos negativos también agotan al generador, no es algo tan fácil como girar el dial de una radio. El dial de la voluntad interior se queda cada vez más duro y emperrado a medida que los malos pensamientos se suceden. La psicóloga experimental, Dra. Cordelia Fine, comenta con propiedad: “Es extraño pero verdadero que, mientras más arduamente tratamos de relajar y olvidar nuestras angustias, mientras más determinados somos en alegrarnos y olvidar nuestros problemas, o mientras más intensamente tratamos de desconectarnos y dormir, más los pensamientos de estrés, tristeza o insomnio martillan nuestra conciencia. (…) Un pensamiento perturbador es un adversario extremamente duro. (…) Al tratar de controlar nuestros pensamientos, acabamos plantando justamente las semillas de nuestro proprio desasosiego”.
Una vez más, la llave para la obtención del éxito reside en la perseverancia. No en la perseverancia de tratar de conseguir, a toda costa, buenos pensamientos, porque eso es un intento meramente racional que solo fortalecerá los pensamientos importunos, pero si en la perseverancia de querer siempre solo el bien en todo, un impulso ilimitado para el bien, constituyendo este el foco principal de la más íntima voluntad intuitiva.
Cuando usted se sorprenda a sí mismo cavilando sobre algo que lo oprime, generando por eso pensamientos impuros, recuérdese de esta frase del Mensaje del Grial: “Pues lo que fatiga al espíritu nunca puede ser bueno.”
Esta frase vale para muchas cosas y también para pensamientos opresores provenientes de una voluntad tornada mala, aunque por corto periodo. Una frase así, tan simple, es capaz de un auxilio inimaginable, verdaderamente eficaz, en el tiempo actual. Si nos dejamos llevar por algún pensamiento que oprime el espíritu, entonces eso no es correcto. Sencillo. La simplicidad de la enseñanza dificulta percibir su real valor. Si nuestros pensamientos e intuiciones no cansan al espíritu, y no lo oprimen, entonces la voluntad que les dio origen es buena y está todo correcto.
“Querer el mal oprime al espíritu y lo hace más pesado; querer el bien, en cambio, lo eleva”.
(Ascensión)
“Pues lo que fatiga al espíritu nunca puede ser bueno.”
(¿Qué Buscáis?)
“Querer el mal oprime al espíritu y lo hace más pesado…”
(Ascensión)
Sentencias sencillas, verdaderas, que pueden tornarse la llave para el reconocimiento de muchos caminos errados que la persona sigue sin darse cuenta, desde que ella tenga consigo la necesaria humildad para obtener tal discernimiento. A lo largo del Mensaje del Grial, Abdruschin insiste sobre el valor de la sencillez, y hasta se refiere directamente a esa contingencia:
“Pensad en la Palabra de mi Mensaje que os dice que todo lo verdaderamente grande sólo puede residir en la sencillez; pues lo realmente grande simplemente es.”
(El Primer Paso)
La base del verdadero saber reside exclusivamente en la sencillez. El ser humano que busca desarrollarse espiritualmente puede y debe seguir adelante en el conocimiento de las leyes de la Creación y en el reconocimiento de su actuación, pues parar significa estancación y retroceso. Sin embargo, si esa base sencilla no está muy bien sedimentada en él, si no es asimilada en su interior y si no sigue junto con él en todo, entonces no irá muy lejos en sus intentos de ampliación del saber, que en tal caso no es ningún real saber, pero solamente un “querer saberlo todo mejor” generado por el intelecto. Tendrá que volver hasta el punto en que aún había comprendido de modo sencillo lo que le fue presentado, y retomar, una vez más, el camino de la ascensión y del reconocimiento espiritual del cual se desvió.
El empleo de todas nuestras fuerzas en obtener pureza en el pensar es mucho más urgente ahora, en la época actual, porque, conforme fue dicho, estamos viviendo la última fase de un proceso de depuración universal, conocido como Juicio Final. De ahí la necesidad impostergable de desprendernos de todo y cualquier pensamiento bajo.
“Por eso, cada hora de existencia terrestre es más preciosa que nunca. Quien busca sinceramente y quiere aprender, habrá de arrancarse con todas sus fuerzas los pensamientos viles que le encadenan necesariamente a lo terrenal. De lo contrario, correrá peligro de quedar ligado a la materia y ser arrastrado con ella hacia la disolución completa”.
(El Universo)
Solamente la criatura que viva integralmente dentro de la Voluntad de su Creador podrá subsistir en el Juicio y vivir en el Reino del Milenio que le seguirá:
“En el futuro, sólo podrá subsistir el hombre y todas las criaturas que acaten de buen grado la Voluntad de Dios, es decir, que vivan, piensen y actúen de acuerdo con ella. Únicamente esto ofrece la posibilidad de seguir viviendo en el venidero reino de los mil años”.
(El Hombre que Cavila)
Lo que es formado por las emanaciones humanas, sean intuiciones, pensamientos o acciones, constituyen los canales por los cuales corren los efectos de ese proceso de depuración del Juicio Final, en la más perfecta y absoluta justicia. Este trecho de la conferencia “El Libro de la Vida” sintetiza el proceso:
“Los golpes de espada del Último Día penetran en la Creación como potentes irradiaciones luminosas, las cuales fluyen a través de los canales, ya construidos por los efectos auto activos de las Leyes divinas, que tienen como punto de partida las intuiciones, los pensamientos, la volición y los actos del ser humano.
Así es como, por medio de estos canales, los rayos justicieros son conducidos hasta las almas con una seguridad infalible, surtiendo en ellas los efectos correspondientes a su estado, y con una aceleración tal, que toda su existencia será inducida al cierre final del ciclo de todos sus actos pasados en el transcurso de pocos meses. De acuerdo a su estado definitivo, esas almas ascenderán o se hundirán, serán animadas, vigorizadas o aniquiladas”.
(El Libro de la Vida)
La aplicación de todas nuestras energías para obtención de pensamientos puros, conforme exhorta Abdruschin, no significa, como ya fue dicho, que debemos despender un intenso esfuerzo mental en conseguir esa pureza de los pensamientos. Esfuerzo mental y voluntad mental son absolutamente ineficaces para eso. Este no es el camino, conforme aclara Abdruschin en la conferencia “El Primer Paso”:
“Guardaos muy bien, no obstante, de querer obstinadamente conquistar por la fuerza esta pureza de pensamiento; pues lo único que lograréis es comprimirla de antemano dentro de vías determinadas y conseguiréis que vuestro esfuerzo se convierta en mero malabarismo, no pasando de ser una obra forzada, artificial, que jamás podrá producir los grandes efectos que debe producir. Vuestros bríos sólo causarían daño en lugar de beneficio por faltarles la autenticidad de la libre intuición. Una vez más serían producto de vuestra volición intelectual, pero nunca expresión de la labor de vuestro espíritu. De esto os advierto.”
Un ejemplo de la inutilidad de efectos de buenos pensamientos forzados es la falsa “exaltación interior” de aquellos que se juzgan fieles sin serlos, la cual también puede originarse de oraciones recitadas:
“La ‘exaltación interior’ no es en tales casos más que una autosatisfacción nacida de la oración o de pensamientos intencionadamente buenos.
(…)
El sentimiento de bienestar desaparece en cuanto se pasa al mundo de la materialidad etérea, siendo entonces cuando se pone de manifiesto la intuición profunda, apenas presentida aquí en la Tierra, en tanto que el sentimiento, producido hasta entonces predominantemente por los pensamientos, se desvanece por completo”.
(Caminos Falsos)
El mismo espíritu es que tiene, por tanto, que cambiar de sintonía. La voluntad intuitiva que lo caracteriza es que debe aspirar por lo que es noble y puro, únicamente.
Eso no significa que debemos pasar el tiempo en contemplaciones, solo pensando en asuntos espirituales y descuidando las incumbencias materiales. No. Las actividades terrenas desempeñadas con buena voluntad, disciplina y alegría, también son el resultado de un espíritu purificado, que igualmente se mueve para cumplir a contento con sus encargos terrenos.
Lo que no se debe hacer es direccionar todos los sentidos únicamente aquí para la Tierra, considerando solamente útiles metas y placeres terrenos. Pues de ese modo el alma propenderá realmente, con toda la fuerza, para las cosas terrenas, se inclinará solamente para ellas, oscureciéndose con eso y tornándose cada vez más densa y pesada, impidiendo de esa forma la ascensión del espíritu después de la muerte. Alguien ya dijo que “llevamos de la vida, la vida que nosotros llevamos”, y eso es verdad. Por eso, la necesidad de que el vivir altruista nos sea algo absolutamente natural, así como la de vivificar, también como algo natural en nuestras vidas, la regla de oro de tantas religiones y creencias, también conocida como ley aurea: “Haced al prójimo lo que gustarías que te fuese hecho”. Teniendo como objetivo de vida algo elevado, no daremos espacio para el anclaje de propensiones bajas.
“En la Tierra, el hombre tiene el deber de proponerse como fin el máximo de lo que es capaz de hacer, y debe procurar, con todas sus fuerzas, llegar hasta esa meta…”
(Hombres Ideales)
Propensión, realmente, debemos tener solamente con relación al Altísimo Creador de los Mundos: Una propensión en sentido contrario, o sea, en sentido inverso de las usuales, que propenden hacia abajo. Esa “propensión hacia arriba” tiene la capacidad de hacernos ascender en los mundos del más allá después de que dejemos la Tierra. Eso porque, del otro lado, donde solo cuenta la intuición espiritual y las consecuentes vivencias del espíritu, sentiremos inmenso anhelo en satisfacerla, es decir, sentiremos necesidad de aproximarnos de nuestro Creador. Y, así, estaremos libres del peligro de ser atraídos para cosas bajas y de poco valor, para las cuales propensiones poco limpias nos habrían arrastrado fatalmente por la Ley de Gravedad Espiritual. Es justamente para evitar que formemos cualquier tipo de ídolo terreno y respectiva propensión por él, aunque inconscientemente, lo que nos haría olvidar el Todopoderoso y alejarnos de él, que el primer y más sagrado de los diez mandamientos nos advierte incisivamente: “¡Yo soy el Señor, tu Dios; no tendrás otros dioses a mi lado!” [1]
No es por otro motivo también que en la conferencia “Una Nueva Ley” encontramos el parágrafo que sigue, que habla del anhelo del espíritu por su verdadera patria:
“No obstante, para poder ascender, también tiene que existir en vosotros, además de lo dicho, el vehemente anhelo del puro y luminoso reino de Dios. Ese anhelo encumbra al espíritu. Por consiguiente, pensad incesantemente en Dios y en Su Voluntad. ¡Pero no intentéis haceros una idea de Él! Tendría que ser falsa, porque el espíritu humano no puede comprender el concepto de Dios. He aquí por qué se le ha dado comprender la Voluntad de Dios, Voluntad que tiene obligación de buscar con sinceridad y humildad. Cuando haya encontrado esa Voluntad, reconocerá a Dios en ella. Ese es el único camino que conduce a Él.”
Pensar incesantemente en Dios y en su Voluntad… Es aquí la llave para cumplir naturalmente el primer y más sagrado de los diez mandamientos; la llave para el reconocimiento convicto de la actuación del Todopoderoso y para el despertar del ardiente anhelo de aproximarse de Él, con el alma llena de gratitud. La llave, en suma, para la ascensión del alma en los mundos del más allá.
Pensar incesantemente en Dios y en su Voluntad…
El espíritu humano dispone de la prerrogativa de reconocer la Voluntad Divina en los efectos automáticos de las leyes que rigen la Creación. Pues él vivencia diariamente, en sí mismo, esos efectos. Si sufre algún dolor, físico o anímico, entonces eso es una indicación de haber actuado contra esa Voluntad. Del mismo modo, las bendiciones que recibe son señales de haber actuado en concordancia con esa misma Voluntad. Y al reconocer los efectos justos e incorruptibles de esa Voluntad, estará así reconociendo la Fuente de donde ella provino: el Omnipotente Creador de los mundos. La gratitud que brota en su interior con relación a ÉL, por haberle concedido la invalorable gracia de la vida, formará entonces la mencionada “propensión al contrario”, la cual, después del desenlace terreno, le jalará hacia el alto como que, por una cuerda luminosa, o entonces, por lo menos lo sostendrá, impidiendo su caída.
Claro que la vida en la Tierra es llena de imprevistos y disgustos, pero eso no es motivo para debilitarnos en nuestro esfuerzo en mejorar continuamente. Quedarse momentáneamente molesto con algún contratiempo es normal (desde que nos libremos rápidamente de la sensación de molestia), pero explosiones de rabia indican que aún hay suciedades a remover del alma. También lamentaciones sin fin sobre los problemas de la vida solo traen nuevos problemas, sin resolver nada de los anteriores: nuestro hogar de pensamientos se queda más o menos turbado, ocasionando pensamientos correspondientemente turbos. Y, a partir de ahí… ya sabemos: los pensamientos rápidamente se fortalecen por la atracción de las afinidades y suplantan fácilmente cualquier “buena voluntad” mental. En segundos, pasamos de señores a esclavos de nuestros pensamientos.
En efecto, no es tan importante el hecho de que aún cometamos algunos errores. Importante es realmente el reconocimiento de nuestra conducta errada y la firme resolución de no errar más. Es más incisivo para la ascensión el continuo movimiento ascendiente del espíritu de lo que propiamente el nivel espiritual en que él se encuentra. En la época de Jesús, las personas agraciadas con algún milagro, o que, a través de las palabras de él reconocían sus faltas, recibían su clara indicación: “¡Vete; desde ahora no peques más!” Este es el estado de alma correcto de quien reconoce sus faltas y busca con sinceridad sanarlas, pues no quiere ofender más a su Creador por ignorancia o por dejarse arrastrar por alguna propensión poco limpia. Tal como un niño bueno, que por amor a sus padres procura hacer lo que ellos le enseñan y piden.
No está demás resaltar: si es errado e inútil tratar de conseguir generar buenos pensamientos a la fuerza, también lo es el intento de mantener puro el hogar de los pensamientos solamente con voluntad mental. En ambos casos se trata nuevamente del predominio del intelecto en una actuación que no le concierne. ¿Cómo proceder entonces para conservar puro el hogar generador de los pensamientos de una manera natural y no forzada?
Hay una forma bastante simple de conseguir eso. En la conferencia “Responsabilidad”, encontramos el siguiente parágrafo:
“En todo instante podéis emprender el camino hacia la cumbre y enmendar el pasado, sea cual fuere. No es menester más que tener presente el proceso de la pura Fuerza divina, esa Fuerza que os atraviesa constantemente. Entonces, de vosotros mismos saldrá no conducir esa pureza a través de sucios canales de malos pensamientos, puesto que, sin mayor esfuerzo, podréis alcanzar lo más noble y sublime. No tenéis más que dirigir; la Fuerza actuará después, por sí misma, en la dirección requerida por vosotros”.
Si imaginamos la fuerza del Creador atravesándonos continuamente, lo que de hecho acontece, y si tenemos buena voluntad, entonces conduciremos naturalmente esa fuerza adelante, mediante pensamientos límpidos, para la producción de bellos y buenos efectos. Estaremos de esa forma manteniendo puro el hogar de nuestros pensamientos, de manera simple y natural, lo que solo redundará, por efecto de la ley de la reciprocidad, en nuestro propio beneficio.
Cuando el lector del Mensaje del Grial se encuentra con el parágrafo de arriba, usualmente él hace un breve ejercicio de imaginación sobre la fuerza del Creador traspasándolo, y solo eso. Se queda en eso. De ese modo, él no transformó en vida la enseñanza del Mensaje, no lo hizo algo propio y natural. Solamente cuando él utilice la enseñanza en su día a día, sencillamente, es que conseguirá mantener naturalmente puro el hogar generador de sus pensamientos, desde que la buena voluntad sea prevalente en su ser. Y, con eso, encontrará finalmente la paz verdadera, como resultado de un hogar generador de pensamientos conservado permanentemente puro.
[1] Ver al respecto en la obra Los Diez Mandamientos y el Padre Nuestro, de Abdruschin.
Roberto C. P. Junior
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Serie Ensayos Basados en el Mensaje del Grial
1) Parsifal y las Leyendas del Grial
– texto: https://bit.ly/EDSM-PARSIFAL
2) La Lanza Sagrada
– texto: https://bit.ly/EDSM-LANZA
3) El Sentimiento del “Yo”
– texto: https://bit.ly/EDSM-SENTIMIENTO
4) Intelecto, Intuición y Pureza de los Pensamientos
– texto: https://bit.ly/EDSM-INTUICION
5) La Eclosión
– texto: https://bit.ly/EDSM-ECLOSION
6) La Concientización del Espíritu Humano
– texto: https://bit.ly/EDSM-CONCIENTIZACION
7) Tópicos de Vida
– texto: https://bit.ly/EDSM-TOPICOS
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