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Para proceder a una limpieza profunda del alma, para realmente purificarla de todas las propensiones y tendencias malas, no basta pasar sobre ella una mirada superficial. Es necesario adentrarse hasta sus recónditos más inaccesibles, hasta sus rincones más oscuros, para finalmente traer a la luz del día, sin piedad, todos los errores y fallas escondidos allí. Errores que nosotros tenemos el hábito de llamar de “suaves debilidades”, porque, cuando mucho, solo los vemos de reojo, en análisis superficiales.