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“¡Pedid, y se os dará; buscad, y hallareis; llamad, y se os abrirá!”
No es difícil reconocer la enseñanza principal de esa exhortación de Jesús. ¡Se trata del movimiento! El Hijo de Dios estimula los seres humanos a moverse para conseguir lo que necesitan o anhelan.
Si una persona quiere conservarse sana de cuerpo y alma, ella tiene que moverse terrenal y espiritualmente. De lo contrario, atraerá para sí la enfermedad y la muerte, como consecuencia natural de todo que permanece estancado en la Creación. Lo que vale para el cuerpo físico vale también para el espíritu, pues se trata de la misma ley a exigir movimiento continuo del ser humano.
La propia Creación material no puede prescindir del movimiento. Ella propia solo se mantiene y se desarrolla porque permanece en continuo movimiento, en un eterno ciclo de formación y descomposición, de fructificación y cosecha.
De nada sirve, por tanto, si el fiel cree en las palabras del Salvador y al mismo tiempo no se esfuerza muy enérgicamente, con todo su ser, en actuar de acuerdo con ellas en todo en la vida. De nada sirve apreciar una buena doctrina o hasta quedarse “asombrado” con ella, como hizo Herodes con relación a Juan Bautista (cf. Mc6:20). Es necesario transformarla en acción. Ya bien dijera el apóstol Pablo a los Corintios: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en acción” (1Co4:20). Contemporáneo de Pablo, el rabí Akiva afirmaba que el estudio de la Ley de Moisés era importante “porque llevaba a la acción”.
Si fuese posible de otro modo, que el ser humano pudiese conseguir la salvación sin un esfuerzo ascensional propio, el Maestro habría dicho: descansad y se os dará, aguardad y hallaréis, contemplad y se os abrirá… Eso, sin embargo, él no hizo. El propio interesado es que tiene que moverse para libertarse del mal a él adherido y tomar el camino de la ascensión espiritual.
Él mismo es que tiene que limpiar su alma, o “lavar sus vestiduras” (Ap.7:14; 22:14) para que “en todo tiempo sean blancas tus vestiduras” (Ecl.9:8), pues el alma es propiamente la vestidura del espíritu, su envoltorio o cuerpo de materia fina.
Roberto C. P. Júnior
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Serie Las Leyes de la Creación
1) Ley de la Reciprocidad
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2) Ley de Atracción
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3) Ley de la Gravedad
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4) Ley del Movimiento
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5) Ley del Equilibrio
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6) Ley del Amor
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