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Los científicos escépticos, que defienden tesis materialistas sobre el origen de la vida y del Universo, ni de lejos desconfían del triste papel que desempeñan en la Creación con sus teorías fragmentarias.
Ellos creen e propagan la idea de que la vida en la Tierra surgió del “acaso”. Uno de ellos, “premio Nobel por cierto”, nos asegura: “La vida surgió por acaso, cuando en un determinado momento algunos elementos químicos se combinaron y pasaron a hacer copias de sí mismos”.
Según esa concepción, los billones de seres humanos en la Tierra, las incontables especies animales y vegetales, virus y dinosaurios, bacterias y ballenas, todas las formas de vida que pueblan el planeta o que ya pasaron por aquí, son el resultado de la fortuita combinación de algunos elementos químicos – venidos no se sabe de dónde – ocurrida hace tres billones de años, que aburridos en medio a aquella sopa de los primordios, encontraron por bien a hacer copias de sí mismos y dio en lo que dio.
En algunos planetas, como Marte, por ejemplo, esos voluntariosos elementos químicos no quisieron reproducirse, y es por eso que no vemos hoy ningún científico marciano tratando de explicar cómo la vida surgió…
Una explicación de esas para el origen de la vida, capaz de arrancar una injustificada carcajada de un campesino analfabeto, es lo máximo que la ciencia tiene a ofrecer como resultado del trabajo del raciocinio. Eso debería constituir la prueba, para las personas aún despiertas, de que el intelecto es completamente incapaz de proporcionar respuestas a las preguntas más profundas de la existencia humana (http://on.fb.me/1RvTZnx).
La ciencia es útil para explicar y catalogar fenómenos exclusivamente materiales, terrenos, teniendo que fracasar fragorosamente cuando se atreve a querer explicar cosas que están más allá de las fronteras que la delimitan.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”. Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)