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Mal identificados parece ser la expresión más adecuada, porque de una manera o de otra el fenómeno OVNI es, sí, identificado bajo múltiples formas por un amplio espectro de especialistas, que van de los infra-creyentes a los ultra-escépticos.
Pero será razonable, ¿será prudente rotular de una manera única los millares de testimonios colectados en todo el mundo sobre apariciones de extraños objetos y conformaciones luminosas?… Los más respetados estudios estiman que entre 85% a 95% de los relatos sobre discos voladores son falsos alarmas. O se trata de fenómenos atmosféricos perfectamente conocidos (aún raros) o son mistificaciones abiertas.
El pequeño porcentual de casos inexplicados aún necesita ser dividido en dos grupos: el de los objetos luminosos de formas indefinidas y mutables, y el de los objetos voladores de formas definidas, de apariencia metálica, generalmente con aspecto de dos platos sobrepuestos. Se puede afirmar con seguridad que el primer grupo, el compuesto de objetos luminosos desconocidos, son también fenómenos perfectamente naturales. Y eso por una razón bien simple: nada de lo que ocurre en la naturaleza o por su intermedio puede ser antinatural, por la propia semántica de la palabra “naturaleza”.
Esos interesantes fenómenos luminosos, ya presenciados por muchos y hasta registrados en fotos y películas, son hechos naturales, naturalísimos, pues si así no fueran simplemente no podrían ocurrir. Eso las leyes férreas que rigen la Creación no permiten. Esas conformaciones luminosas son oriundas del propio planeta Tierra, de la naturaleza terrena, así como lo son otros fenómenos atmosféricos, como la aurora boreal, el prácticamente desconocido “fuego-de-santelmo”, y el rarísimo “rayo-globular”.
Con relación al segundo grupo de fenómenos extraños, el de las “naves interplanetarias”, el diagnóstico es más simple. Se trata de mentiras o fantasía, a excepción de un posible engaño provocado por las llamadas “nubes lenticulares”, que vistas a la distancia recuerdan realmente la forma de discos voladores. O sea, para ese grupo, apenas en el caso de ese tipo específico de nubes, no muy comunes, se puede afirmar que no hay mala fe o ignorancia. Pues solo quien desconoce por completo las leyes de la Creación (ahí incluidas las de la física) puede imaginar que seres de otros planetas puedan sobrevolar discretamente la Tierra, oriundos de galaxias distantes, del futuro o de mundos del más allá.
Claro que es una presunción infinita imaginar que apenas nuestro pequeño planeta sea habitado. No son pocos, felizmente, los científicos que creen en la existencia de la vida extraterrestre, pues el más elementar cálculo de probabilidad demuestra la insostenibilidad de la concepción pueril de que la vida es un milagro restricto a la Tierra. No obstante, no es posible a los habitantes de cada planeta realizar visitas de cortesía entre sí en naves espaciales.
También la idea comúnmente difundida sobre la apariencia de extraterrestres, como humanoides verdes de cabezas grandes y ojos almendrados, y otras semejantes aberraciones anatómicas, es apenas un producto más de esa enfermedad incurable llamada fantasía humana. Muchos creen firmemente en esas configuraciones de alienígenas disformes, y, entretanto – ironía de las ironías-, tildan de fantasía justamente el saber de la existencia de los seres de la naturaleza aquí de la propia Tierra, apenas porque perdieron, por culpa propia, la capacidad de verlos e interactuar con ellos (http://on.fb.me/1GwQqWL).
Millones de planetas son, sí, habitados. A nosotros, terráqueos, sería hasta posible establecer contacto con habitantes de otros planetas, si apenas nos hubiéramos desarrollado de modo correcto. No evolución tecnológica, más espiritual. Sin embargo, la posibilidad de contacto espiritual con esos seres, así como tantas otras cosas, está completamente vedada a la actual humanidad, que por culpa propia comprimió el ámbito de su desarrollo, lo más que pudo, dentro de los muy estrechos límites del mundo material.
El ser humano de la época actual no puede formar una idea absolutamente de cuanto él perdió al atarse indisolublemente a la materia perecible. Primero, cerró para sí los portales de su patria espiritual, después perdió el conocimiento que tenía de los seres de la naturaleza, y por último se aisló totalmente en el Universo, envolviendo el planeta entero en una redomma densa y oscura, que lo mantiene inaccesible a cualquier influencia más elevada.
La imagen abrigada por muchos, de naves partiendo de la Tierra para cruzar el cosmos en misiones de exploración o colonización, constituye un tímido resquicio del anhelo inconsciente de criaturas subordinadas al raciocinio y aprisionadas a la materia, que solo consiguen aún vislumbrar como progreso real la subida de cohetes, y no más la ascensión del propio espíritu.
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra.
Ingrese a: http://bit.ly/1u52cG0.)