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Una persona que se esfuerza en ascender espiritualmente solo debería reaccionar con alegría delante de una verdadera anunciación del Alto, y no con recelo o miedo.
Desde mucho el miedo ha sido compañero constante de la raza humana, y hoy más que nunca. El miedo es señal de falta de movimiento espiritual, y ahora, en la época de la rendición de cuentas, indica algo más grave: falta de confianza en la actuación de las leyes eternas y, por consiguiente, falta de confianza en la propia omnipotencia y justicia del Todopoderoso.
Hasta los mismos simples pastores que tomaban cuenta del rebaño en la noche de Navidad, “estaban con mucho temor cuando un ángel del señor se les presentó” (cf. Lc2:9) para anunciarles el sagrado nacimiento de Jesús, dice el evangelista Lucas. Por esa razón, el anunciador les habló antes de más nada, tranquilizándolos: “¡No temáis!” (Lc2:10) (http://on.fb.me/1IfpGMG).
Por eso, también siempre encontramos esas palabras cuando un anunciador de las alturas se dirige a un ser humano. Tal como ocurrió también con el profeta y sacerdote Zacarías al ver el ángel del Señor parado a la derecha del altar. El sacerdote se turbó con la visión, e inmediatamente el ángel le dijo: “¡Zacarías, no temas, porque tu petición ha sido oída!” (Lc1:13).
Confianza permanente e inquebrantable en el Creador llena el alma por entero y no da lugar para el miedo en ninguna circunstancia. Vivamos asi.
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