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El escritor y teólogo griego Orígenes (185-254), uno de los más destacados pensadores cristianos, ya enseñaba la prexistencia del alma en los inicios del Cristianismo, idea aceptada también por otras figuras de destaque de aquellos tiempos antiguos, como Jerónimo y Clemente de Alejandría. Orígenes no tenía ninguna duda sobre la prexistencia del alma y la reencarnación. Sin embargo, en el Concilio de Constantinopla II, en 553, sus enseñanzas fueron declaradas heréticas, y así permanecen hasta hoy.
La concepción de vidas sucesivas fue desaprobada en aquel Concilio por influencia del emperador Justiniano, cuya esposa, esclavista convicta, habría quedado despavorida con la posibilidad de tener que reencarnar como esclava… La reencarnación fue rechazada en un pleito sinodal, habiendo perdido por el apretado marcador de 3 a 2. Hay quien sustente que el factor preponderante para esa derrota no fue la injerencia del emperador, más sí la percepción de los clérigos de la época de que el concepto de reencarnación debilitaría el poder de la Iglesia, ya que concedería a los fieles tiempo demás para buscar la salvación. Agustín de Hipona llegó a escribir una carta al papa Inocencio I, advirtiéndolo sobre la necesidad de condenarse las ideas sobre vidas sucesivas, bajo pena de la Iglesia perder su propia autoridad…
Si el retorno a la materia para una nueva vida terrena no fuera un hecho, serían falsas todas las innúmeras asertivas bíblicas que prevén una dura reciprocidad para los malos, terrenamente visible, la cual no se haya verificado durante la misma vida en que esos actos malévolos fueron practicados. En ese caso, la injusticia predominaría por toda la Biblia, y un libro podría ser escrito solo con esos relatos de aparente injusticia. La propia Palabra de Jesús estaría descalificada, pues en relación a los crímenes cometidos contra los antiguos profetas él anunció: “Para que se demande de ‘esta generación’ la sangre de todos los profetas que se ha derramado, desde la fundación del mundo, (…). Sí, os digo que será demandada de esta generación” (Lc11:50,51). Aquella generación mala tendrá que rendir cuentas un día por los crímenes practicados contra los profetas, como resultado de la Ley de la Reciprocidad (http://on.fb.me/1fojJ8D). Si el rescate no ocurrió en aquella vida en particular, vino seguramente en otra, posiblemente hasta en la actual.
La alegación de muchos teólogos cristianos, contrarios a la reencarnación, de que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (Hb9:27) es nuevamente apenas fruto de estrechez de visión. Nuestro cuerpo físico, de hecho, morirá una única vez, visto que una resurrección en el mismo cuerpo es cosa imposible. El ser humano espiritual, sin embargo, el yo individual, no cesa de existir con la muerte terrena. El solo dejará de existir en la Creación si sufre la muerte espiritual, la “segunda muerte” (Ap.20:14; 21:8), que es el acontecimiento más terrible que puede atingir a un espíritu humano que ya haya llegado a la autoconciencia. Aquella criatura que se desvíe de la Palabra del Señor, actuando contra Sus leyes, será por fin arrastrada a esa muerte espiritual, lo que evidentemente solo ocurrirá una vez para siempre. Más eso será entonces apenas culpa de ella propia exclusivamente, visto que “el alma que pecare, esa morirá” (Ez 18:4), de modo que “cada cual por su propia iniquidad morirá” (Jr31:30). El Talmud hebreo también enfatiza la gravedad de esa incondicional reciprocidad para el espíritu humano al afirmar que “no hay muerte sin pecado, y no hay sufrimiento sin iniquidad.”
Se resalta que el salmista bíblico también dice que los “todos los muertos descienden al Silencio” (Sl115:17). Si para los espiritualmente vivos esa alabanza al Señor era “para siempre”, entonces no podría tratarse de una sola vida terrena, más si de la existencia total del espíritu humano, que incluye varias vidas en la Tierra y también en el Más Allá, hasta poder vivir eternamente (para siempre, por tanto) en el Paraíso. Mientras que los espiritualmente muertos bajan al Silencio, siendo por consiguiente olvidados para siempre con su muerte espiritual, la cual ocurre apenas una vez, los vivos alabarán el Señor, también para siempre. Por eso, el salmista podía clamar con la misma convicción: “¡Guardaré tu ley siempre, ‘para siempre’ y eternamente!” (Sl119:44).
Jesús no habló explícitamente sobre reencarnación y otros asuntos porque se encontraba frente a una inmadurez muy grande, incluso de sus propios discípulos. Fue con tristeza que les declaró: “Aún tengo muchas cosa que deciros, pero ahora no las podéis comprender” (Jn16:12). En el Evangelio de Marcos, principalmente, vemos que los discípulos casi nunca entendían correctamente las palabras del Maestro.
(…) El libro de Proverbios ya dice que las palabras de sabiduría son “vida para los que las hallan y salud para todo su cuerpo” (Pv4:22). La relación directa entre enfermedad y pecado también está patente en el caso de aquel paralitico de Cafarnaúm, que solamente después de la garantía de rescate de sus pecados pudo ser curado y cumplir la orden de Jesús: “¡Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa!”(Mc2:11). Tiago también establece una relación entre pecado y enfermedad (cf.Tg5:15). Por cierto, la relación pecado/enfermedad ya era bien conocida por los pueblos antiguos, pues, el libro de Proverbios enseña también a “apartarse de mal, será salud para tu cuerpo” (cf.Pv3:7,8). Con base en eso; ¿Cómo podríamos explicar el caso de niños que ya nacen con alguna enfermedad grave?…Solo la reencarnación mantiene todo en su lugar y no afronta la Justicia Divina.
La severa ley mosaica también muestra que las molestias resultan de la desobediencia a los preceptos del Señor: “Si no pones en práctica todos esos Mandamientos, si rechazas Mis leyes y detestas Mis decretos, recusándoos a poner en práctica todos Mis Mandamientos, entonces esto es lo que haré de Mi parte: pondré sobre vosotros el terror, la tísica y la fiebre que debilitan la vista y minan la salud” (Lv26:14-16).
(…) Es oportuno intercalar aquí que, según algunos pasajes bíblicos, Juan Bautista ya habría estado en la Tierra anteriormente, como profeta Elías. Además de la mencionada profecía sobre la venida de Juan Bautista, confirmada extraordinariamente por los cuatro evangelistas (cf. Mt3:3, Mc1:3, Lc3:4, Jn1:23), también el profeta Malaquías previó la venida de un mensajero que prepararía el camino del Señor, el cual sería la reencarnación de Elías: “Es aquí que yo envío mi mensajero que preparará el camino delante de mí. Estad atentos porque yo enviaré al profeta Elías, antes de que llegue el día del Señor, día grande y terrible” (Ml. 3:1,23). Así, de acuerdo con algunos pasajes, Elías estaría de vuelta a la Tierra en la persona de Juan Bautista, para preparar el camino de Jesús, conforme el ángel del Señor también indicó a Zacarías, padre de Juan Bautista: “E irá delante de él (de los hijos de Israel), con el espíritu y el poder de Elías” (Lc.1:17).
Esa misión de Precursor para Juan Bautista, repitiendo la profecía de Malaquías, es ratificada por Mateo en el pasaje a seguir: “Porque este es de quien está escrito: ‘He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti.’ Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mt.11:10,13-15). Poco después, de acuerdo con el Evangelio de Mateo, Jesús refuerza esa concepción junto a los discípulos, respondiendo a una pregunta de ellos sobre Elías: “Entonces los discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: De hecho, Elías viene primero y restaurará todas las cosas. Más os digo que Elías ya vino, y no le reconocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.” (Mt.17:10-13).
¿Juan Bautista habrá sido de hecho Elías en otra vida? El papa Gregorio I (540-604), quien diría, creía que si… Pero no, no se trata de la misma persona, pues el Bautista hasta refuta eso directamente en el Evangelio de Juan, cuando cuestionado por los judíos: “Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tu Elías? Y dijo: Yo no soy Elías” (Jn.1:21).
Sin embargo, lo que en esa historia es realmente un hecho incuestionable y bastante interesante, es que la Biblia presenta ahí una discusión clara sobre el fenómeno de la prexistencia del alma, o sea, de la reencarnación. Lo mismo se da cuando Jesús pregunta a los discípulos quien las personas decían que él era, y ellos respondieron: “Unos dicen que eres Juan Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas” (Mt.16:14). También en el libro de Job queda implícita la idea de reencarnación, pues otra explicación no existe para quien sufre aparentemente sin causa aquí en la Tierra. Job no encontró ninguna solución en aquella vida para las desgracias que lo acometieron. Los amigos del protagonista, Elifaz, Bildad, Zofar, Eliú, así como el propio Job, sabían ser cosa imposible alguien sufrir injustamente, visto que el Señor es la propia Justicia. Y como la causa siempre precede el efecto, entonces, no habiendo una causa reconocible en la actual vida para el sufrimiento, esa tiene que estar presente en una vida anterior.
[Extraído de “Visión restaurada de las Escrituras”. Ingrese a: http://bit.ly/1oFJYGJ.]
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”. Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)