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Un proverbio chino asevera: “Un poco de perfume siempre queda en las manos de quien ofrece flores.”
Es verdad. Cuando damos alguna cosa a alguien de corazón abierto, estamos, en realidad, dando un regalo a nosotros mismos. Sí, porque por la actuación de la Ley de Retorno o Ley de la Reciprocidad, aquello que damos a otros siempre regresa a nosotros mismos (http://on.fb.me/1fojJ8D).
No importa el tamaño y el valor del regalo. Puede tratarse, incluso, apenas de una buena palabra en un momento difícil, o de un pensamiento puro visando a una mejoría, o aún de una intuición radiosa de fortalecimiento. No importa. Incluso una flor inodora dejará alguna perfume en nuestras manos, pues lo que cuenta es que el regalo haiga sido visando el bien del semejante.
No hace ninguna diferencia, por tanto, el tipo de regalo, y si la actitud de dar algo desinteresadamente. De ese modo, el hilo de la buena acción ya quedará fijo en nosotros, y el formará el camino para que la reciprocidad nos traiga de vuelta, de forma multiplicada, las bendiciones con que contemplamos nuestro prójimo.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”.
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