Reading time: 1 minute
La Pascua, que no por acaso tiene como símbolo el huevo, era de inicio una fiesta para conmemorar la llegada de la primavera, la cual también trae la renovación de la vida a cada año, regularmente, en nuevas formas virginales. Por eso, Pascua siempre evoca la idea de renovación, de renacimiento, de resurrección.
Lo que nosotros, seres humanos terrenos, tenemos que cuidar, y que constituye nuestra incumbencia mayor en esa época de transición tan incisiva, es de promover la resurrección de nuestro propio espíritu, haciéndolo renacer de la indolencia en que se encuentra sumergido, despertando nuevamente y fortaleciendo sus capacitaciones adormecidas (http://on.fb.me/1SROGyu).
Cada uno de nosotros tiene, pues, el deber de promover su propia Pascua interior. Solo así estaremos aptos a subsistir a los rigores de ese final de invierno de la existencia humana, y llegar redivivos a la primavera de la prometida era de paz que se anuncia.
Aquel que allá arribe, ya estará entonces participando de la gran Pascua espiritual de la humanidad remaneciente, otorgada por el Amor del Todopoderoso.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”.
Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)