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A casi todas las personas les gusta escuchar palabras de incentivo, de leer una u otra frase de estímulo y de aliento. La demanda para eso es siempre elevada, siempre permanente. Por eso, hay una infinidad de páginas dedicadas a elevar la autoestima de cada día, en una profusión impresionante de imperativos e interjecciones.
“¡Nunca desista de sus sueños!”, “¡Persista y llegará a su objetivo!”, “¡El éxito depende únicamente de usted!, “¡Haga acontecer!” Es más o menos eso lo que nos gusta escuchar y también seguir. O mejor, que buscamos seguir, por lo menos durante algún tiempo, o por un corto tiempo, la mayoría de las veces. Lo suficiente para que constatemos, para nosotros, que el estímulo parece no funcionar bien, o que, definitivamente, no funciona nada bien. Pero… ¿Será que funciona para los otros?
No hay nada de errado con frases de incentivo, excepto por un detalle: ellas no toman en cuenta el estado anímico y espiritual de las personas. Y eso hace toda la diferencia. Ellas se quedan solo en la superficie. El interior permanece intocado.
Nadie puede recibir algo de real valor sin haber dado alguna cosa antes en igual medida, aunque haya sido una simple buena palabra o un pensamiento puro. Dádiva real, valor verdadero, nada tiene que ver con el éxito, fama o dinero, pero si con serenidad, paz y alegría.
Es claro que podemos anhelar progreso y mejoría terrena. Nada de errado con eso también, desde que no sea visto como el último objetivo de nuestra pasada por la Tierra, como la meta suprema a ser alcanzada por aquí (http://on.fb.me/1DyvX3X). Y, principalmente, que ese esfuerzo nunca, más nunca, se de en perjuicio de nuestro semejante. Riqueza y poder obtenidos a costa de sufrimiento ajeno no tiene ninguna durabilidad y ni tampoco traen alegría. Al contrario, comportan un pesadísimo Karma en la ley de retorno.
De nada sirve también que alguien consuma frases de estímulo si, por dentro, tal incentivado da guarida a la envidia, a la codicia, a los celos, al odio, a la vanidad (http://on.fb.me/1Kgknzm). Para los que sufren de esas graves enfermedades, en mayor o menor grado, cualquier palabra de incentivo será siempre enteramente inútil, pues nunca alcanzarán el progreso que ambicionan, por lo menos no un progreso duradero, que haga la vida más dulce y el ambiente más alegre.
Aquí va entonces un estímulo más profundizado: “Deja brotar y crecer dentro de ti una voluntad ilimitada para el bien, permanente e inquebrantable, que envuelva naturalmente tus actos, palabras y pensamientos antes incluso de que tomen forma. La infalible ley del retorno cuidará entonces de traer de vuelta las bendiciones, espirituales y terrenas, generadas por esa tu nueva siembra.”
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra.
Ingrese a: http://bit.ly/1u52cG0).