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A veces acontece que un sueño largamente añorado se vuelva una pesadilla inesperada cuando finalmente se hace realidad. Y eso causa tristeza y decepción.
Aunque comprensibles, esos sentimientos no deben perdurar, pero si, dar lugar a la enseñanza que la vivencia trajo. Tal reconocimiento suele ser mucho más valioso y provechoso al espíritu humano que el propio sueño original.